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5 8 HEGEL REDIVIVO losóíieo parecían provenir, más que de una repesada y serena lectura de la obra, del partido previamente tomado acerca de su autor. Por eso destacaron, en líneas generales, las actitudes muy pro y las muy en contra. F. H . Jacobi, quizás a la espera del desquite, afirmaba re sultarle indigerible, no obstante las grandes alabanzas con que se la había adobado Juan Pablo, que le escribió: «Después de su confuso escrito contra ti, Hegel me ha sorprendido extraordinariamente con su novísimo sistema filosófico a causa de su claridad, buen estilo, li bertad y empuje: ¡también él se ha desenredado de su paternal pó lipo Schelling... ¡ ». Menos clarividente en cuanto a este último pun to, y en general más revanchista y obcecada, se mostró la censura de J. F. Fries, para quien el lenguaje de la Fenomenología era indegus- table, y el pensamiento central de la obra un mero intento de trazar la historia filosófica del espíritu humano o de la razón; con otras pa labras, la filosofía schellingiana de la naturaleza aplicada al espíritu. En cambio, la acogida que le tributaron los más allegados a su pensamiento, fue tan entusiasta y reverente como había sido su ex pectación. Niethammer lo proponía para profesor en la universidad de Altdorf, recomendando su candidatura, porque la nueva obra le granjeaba definitivamente ante propios y extraños el nombre de filó sofo y el derecho a universal respeto. 3 . NuREMBERG Y LA LÓGICA ( 1808 - 1816 ) Lo que conquistó de inmediato fue algo más positivo, sin dejar de ser más honorífico que la redacción de un diario provinciano. Fue ra en virtud de aquel renombre, o porque Schelling le aupó con sus poderosos tentáculos, como C. Brentano sugería maliciosamente a F. K. v. Savigny, al cabo de año y medio de vida periodística en Bam- berg, vio abrírsele las puertas de Nuremberg, cuyo gimnasio lo pre tendía para rector. Esto supuso para Hegel reanudar el contacto di dáctico con la filosofía y no a escala universitaria, sino a la de ins tituto de enseñanza media. Si su precedente ocupación había estado ayuna de filosofía, improcedente en las páginas del sencillo periódico, la de ahora no sólo no lo estaba, sino que le exigiría escanciarla con to da la posible claridad demandada por tal público. A la larga, los fa-
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