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52 HEGEL REDIVIVO Hegel. Antes que Goethe, había él advertido lo genial del amigo co- mún, y se expresaba comprensivamente acerca de sus deficiencias co- mo escritor. A W. von Humboldt se lo describía como hombre biza- rro, si los hay, de caletre verdaderamente filosófico y, precisamente por eso, no el tipo de pedagogo que el gran filólogo buscaba para sus hijos, pues había de destacar como humanista o como científico, pero no como metafísico... A Goethe se lo presentaba familiarmente como «nuestro Dr. Hegel», y ponderaba el número de oyentes que asediaban su cátedra, signo de que la filosofía aun tenía algo que decir. E in­ cluso llegó a hacerle concebir un plan para mejorar la redacción de un pensador tan teutón en la frase como Hegel. «He pasado — es­ cribía Goethe desde Jena el 27 de noviembre de 1803— horas mag­ níficas con Schelver, Hegel y Fernow... A propósito de Hegel se me ha ocurrido si no podría hacérsele un gran beneficio mediante la retórica. Es un hombre extraordinario, pero sus modos de expresarse dejan mucho que desear. Esta aproximación del gran poeta en busca de diafanidad para un espíritu que consideraba aún en caliginosa luz, complació mucho al autor de obra tan apreciada por Hegel como La educación estética del hombre, aunque consideraba difícilmente sub- sanable ya aquella deficiencia semiracial. Pero Schiller creía también que tal defecto de presentación, pecado original alemán, se compen­ saba con la tudesca virtud de la profundidad y seriedad. Si algo po­ día aminorarlo era, según él, el trato con personas afectadas del de­ fecto contrario, como el citado Fernow, cuyo estilo adolecía de tri­ vialidad y necesitaba elevarse. Entonces, como posteriormente, des­ animaban a muchos lectores lo que uno de ellos ya denominó fasti­ diosas «hegelerías». F. Schlegel llegó incluso a declarar que jamás caería en la tentación de leer una línea de semejante pluma, a costa de su precioso tiempo. Su actividad docente en jena contribuyó a eclipsar o marginar por completo la de otros célebres aspirantes a cátedras. Entre ellos se contó K. Ch. F. Krause, formado allí mismo en teología de 1797 a 1800, y luego en matemáticas y filosofía bajo Fichte y Schelling; se doctoró en ambas en 1801 y fue seguidamente «Privatdozent» un par de años, al cabo de los cuales comenzó a alimentar esperanzas de su­ perar ese rango de segundón y sentar cátedra propia que le propor­ cionara más categoría e ingresos. Sus pretensiones dependían de que

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