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G. ZAMORA 4 9 Como el quehacer filosófico viene haciendo en Occidente con la mayor frecuencia desde sus comienzos, el de Hegel se ponía en órbita a través de la reflexión, no pocas veces destructora, de las teorías y sistematizaciones más a mano y en boga. Entre ésta se contaban na turalmente, las de Kant, Fichte, Jacobi, el propio Schelling y otros pensadores de menor rango. Pero sobre todo, la de los dos dióscuros del firmamento de Jena: Fichte y Schelling. A Hegel un cotejo entre ambos se le ofrecio racil, dándolo a luz ba¡o el título de Diferencia entre los sistemas filosóficos de Fichte y Schelling, como opúsculo de la librería universitaria (1801). En la portada de este su primer en sayo de importancia con vistas a la publicidad, colgaba de su nombre el rótulo oe «Doctor en sabiduría mundana», con cuyo calificativo que ría definir la de los filósofos. La de Fichte (1762-1814), el prohom bre de la generación anterior que había enseñado en Jena hasta poco antes de la llegada de Hegel y debido abandonar la cátedra por con flictos con los saberes religiosos y «divinos», aparecía tan mal tratada en las páginas de la Diferencia, que su rival Schelling se creyó en la obligación de sincerarse ante él de no haber tenido arte ni parte en la cachorrada de su protegido, al que atribuía, por lo demás, una in teligencia superior. En el fondo estaban tan de acuerdo, que en el mismo año aco meterían la creación de una revista de critica filosófica, sin firmar las respectivas colaboraciones: el Kritisches Journal der Philosophie, de vida tan efímera como la permanencia de Schelling en Jena, y no precisamente porque éste cargara con el mayor peso de las colabora ciones, las tres cuartas partes de las cuales parece corrieron de cuenta de Hegel. El 21 de octubre de 1801, a las 11 de la mañana, tenía una cita con Goethe, quien se la prometía muy agradable. Si así ocurrió, lo ignoramos; en el diario del poeta, a día y hora prefijados, se consta ta con el laconismo de otras incidencias similares: «A las 11 Dr. H e gel». Mas puede colegirse que ese encuentro cimentara una amistad luego in crescendo hasta la muerte. A punto de aparecer en Tubinga el primer fascículo de la revis ta de crítica filosófica, editada por la firma «F. W. J. Schelling und G. W. F. Hegel», acordaron éstos que el antagonista común, Fichte, no debería enterarse de su coalición, o mejor, de tal consorcio y re- 3
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