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S. GONZALEZ 11 de la provincia de Judá. Con esta designación Nabucodonosor mani­ festaba claramente su intención de excluir para siempre la casa daví- dica de la dirección de los negocios de Judá. Al mismo tiempo expre­ saba su voluntad de no abandonar en el caos la nueva tierra conquis­ tada y definitivamente sujeta al poder caldeo. La elección de Godo- lías, un judío sobradamente conocido por sus buenas cualidades *, apareció como un signo de la benevolencia y del buen ánimo del rey de Babel para con el «resto». Desde el momento que Judá era una provincia más del Imperio debía ser administrada y gobernada con toda justicia. Nada se podía esperar de la ruina total de la tierra. Y los caldeos sabían que siempre era posible percibir un buen tributo de una tierra bien administrada y organizada. Las continuas guerras para mantener la incolumidad del imperio exigían cuantiosos gastos y tributos. Por otra parte todo peligro de una nueva insurrección es­ taba suficientemente impedido con la numerosa deportación que su­ frió Judá. La elección de Godolías pudo ser motivada inmediatamente por razones de índole política. Como hemos visto la familia de Godolías estaba en íntimas relaciones con el profeta Jeremías. Ahora bien, es de sobra conocida la mentalidad político-religiosa de éste. Para Jere­ mías solamente había una salvación ante la ruina que se acercaba: entregarse en las manos del rey de Babilonia S7. Esta opinión y modo de ver era conocido de los judíos y de los caldeos. Con toda probabi­ lidad Godolías participaba de las mismas ideas del profeta. Gordon habla de Godolías como de un «colaboracionista» *. De modo seme­ jante piensa Rudolph y otros historiadores 39. II. L ím ites de la nueva provincia de J udá Tanto el libro de los Reyes como el de Jeremías nada claro nos dicen sobre la demarcación de límites en la provincia de Judá. De he­ cho sabemos que en este tiempo se debió producir una notable dis­ minución de límites 40. En efecto, el territorio de Judá, que había al­ 36. Jer 40,7.11; 2Re 25,23. cfr. FLAVIO JOSEFO, Antq X ,9,l NIESE II 363. 37. Jer 38-17-18. Sobre el pensamiento político-religioso de Jeremías, cfr. A. C. WELCH, Jeremiah. His Time and his work, Oxford 1951, pp. 195-212. 38. C. H . GORDON, Introduction to Old Testament Time. Ventnor 1953, p. 258. 39. RUDOLPH, Jeremía 211-212; PENNA, Geremia 279. Sabemos que muchos judíos se pasaron a los caldeos durante el asedio de Jerusalén: Jer 38,19. 40. Cfr. KITTEL, GVI III, pp. 42-50; ABEL II, pp. 105-106.

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