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S. GONZALEZ 37 gó más apta para poder evitar así la venganza de los caldeos, por la muerte de Godolías Pero antes quisieron consultar al profeta Jere- mías. El profeta les contestó: «Si os quedáis tranquilos en esta tierra, yo os edificaré y no destruiré... No os dé miedo el rey de Babel, a quien teméis; no temáis de él, dice Yavé, pues yo estoy con vos­ otros» Pero los principales — Yojanám y sus jefes— no quisieron es­ cuchar el buen consejo de Jeremías m. Baruc es inculpado de haber su­ gerido a Jeremías el consejo de quedarse en la tierra de Judá: «Es Ba­ ruc, hijo de Nerías que te incita contra nosotros, para entregarnos a los caldeos para que nos den muerte o nos deporten a Babel» 192. «Y Yoja- nám, hijo de Carea, y todos los jefes de tropas tomaron a los restos de Judá que habían vuelto de las regiones todas en que se habían disper­ sado, para habitar en la tierra de Judá; los hombres, las mujeres, los niños, las hijas del rey y todos cuantos Nebuzarden, jefe de la guar­ dia real, había dejado con Godolías, hijo de Ahicam... y a Jeremías, profeta, y a Baruc, hijo de Nerías; y entraron en Egipto, desoyendo la voz de Yavé, y llegaron a Tafnes» 193. Tales fueron las consecuencias inmediatas de la muerte de Go- dolías: la tierra de Judá quedó de nuevo desierta y abandonada. Lo mejor de sus hombres huyeron a Egipto, para evitar un posible cas­ tigo por parte de los caldeos, probablemente una nueva deportación. Es de suponer que una gran cantidad de desórdenes e injusticias tu­ vieran entonces lugar. N o sabemos nada de las medidas que tomó Na- bucodonosor. Es fácil que se realizara entonces la incardinación a Sa­ m a r ía , a l m e n o s d e una m a n e r a r e a l v e f e c t i v a . J u d á n o d is p o n d r á más de sí misma hasta los días de Nehemías. 5 . González Madrid 189. Jer 41,18. 190. Jer 42,7-12. 191. Jer 43,1-2. 192. Jer 43,3. 193. Jer 43,5-7.

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