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2 6 LA SITUACION DE JUDA BAJO GODOLIAS de ver. Más bien insinúan que se trata de soldados, a quienes por circunstancias especiales se les obliga a trabajar la tierra I2°. Esto no quiere decir que los soldados no tuvieran sus posesiones. Todo lo con­ trario, de hecho los términos «hombres de armas», propietarios y miembros de una familia se confunden» m. El grupo de estos «hom­ bres de armas» debía ser bastante numérese. En }er 40, 11-12 se nos habla de otros muchos judíos que vuelven a Judá, después de la catás­ trofe y la partida de los ejércitos caldeos. Su número exacto no lo sa­ bemos. Con todo debía ser gente perteneciente a una clase social bas­ tante elevada. Pues los pobres y los que nada tienen que perder no hu­ yen tan fácilmente. c) Pobres e inútiles. Estos debían formar el conjunto más nu­ meroso. Esto se puede deducir de los largos meses de asedio y de gue­ rra y como resultado de las grandes deportaciones. A los conquistado­ res no les debía interesar mucho cargarse con gente que no estuviera capacitada para desarrollar trabajos renditivos. Su mirada, en toda de­ portación, se dirigía a la masa capaz de producción, no a los elemen­ tos «muertos» de la nación. Las circunstancias eran difíciles. La ne­ cesidad de supervivir y, en muchos, el ansia de elevación social, debie­ ron hacer que los más capaces lograran redimirse económicamente y formar parte entre las «familias» de Judá. De hecho, después del des­ tierro, se encuentran nuevas «familias» entre la masa dirigente del pueblo122. Sin embargo, la mayoría de estos elementos tuvieron que sufrir las consecuencias de la guerra y la destrucción de las ciudades. Mujeres, niños, ancianos e inválidos eran, indudablemente, el gran núcleo de la población.. IV. A ctividad de G odolías Hemos visto las condiciones en que quedó la tierra de Judá, in­ mediatamente después de la cautividad us. Todo ello nos pone de ma­ 120. R U D O LP H , Jeremía, p. 213. 121. E . M E Y E R , Das Judentum, p. 153. 122. K I T T E L , G V I I I I , p. 386. 123 La carencia de fuentes para los primeros tiempos después del destierro y destrucción de Jerusalén y Judá es fácilmente comprensible, dada la situación en que quedó sumergida la nueva provincia. Sobre la composición de las Lamentacio­ nes ninguna unanimidad se ha logrado entre los exégetas. Cfr. H . W IE S M A N N , Die Klagelieder (Frankfurt/Main 1954) 44-85; G . F O H R E R , Einleitung in das Alte Testament, pp. 321-325.

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