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BERNARDINO DE ARMELLADA 397 no puede encontrarse en ella, en su razón propísima de natura­ lidad y necesidad, el principio de una comunicación contingente. Si un ser necesario explicara las cosas con su necesidad, las cosas procederían necesariamente de é l7. Hay que buscar en Dios la «formalidad» denominable por un término contingente «ad extra». Y no puede ser otro, creen los teólogos franciscanos, que la volun­ tad de Dios. Una voluntad que es libre y que, en su libertad, incluye la posibilidad de términos contingentes «ad extra». Sólo la voluntad divina, en cuanto que se confunde realmente con la misma esencia de Dios, puede explicar que esa esencia venga a ser — contingente­ mente, de un modo libre y totalmente gratuito— término inme­ diato de la operación de los seres creados. Esto es lo significado en la expresión «suplencia de la esencia divina por la voluntad» de que hablan los autores franciscanos. Y es digno de notarse cómo el principio qu esegún ellos explica la distinción de Dios y la crea- tura — la posibilidad en Dios, por su voluntad, de un término con­ tingente «ad extra»— es el que hace ahora posible, a su vez, la unión sobrenatural entre extremos tan distanciados, de manera que la esencia de Dios se convierte (entiéndase el cambio real sólo en la creatura) en término inmediato, siempre contingente y libre, de la creatura intelectual. «Dios es objeto libre»: he aquí el axioma pletórico de sentido que se encuentra frecuentemente en los teólogos de orientación escotista, y que es como adagio en que se resuelven al fin las difí­ ciles cuestiones de la relación entre Dios y las creaturas. Entra aquí de rechazo, y no se puede menos de recordar, la sutil doctrina escotista acerca de la aceptación divina, en cuánto que con ella se pretende solucionar la naturaleza del elemento denominado por la realidad sobrenatural de la creatura y que es, en último término, la razón que justifica esto que venimos llaman­ do cambio de relación de parte de la creatura. Esta doctrina de la aceptación se ha aplicado directamente por los autores francis­ canos a la incoación meritoria de nuestro contacto con el objeto sobrenatural. Pero se puede trasladar a la doctrina de la realiza­ ción perfecta de esta entrega de Dios como objeto. Creemos que 7. Cf. Scotus. Ox., 1.2, d. 1, q. 2. Citamos la Ed. Vives, t. 11, p. 59a con el siguiente pasaje del comentario de Liaueto: «...velie divinum, manens simpliciter idem in se, aliquando dicitur velie contingens, ut quando transit super object? quando transit super objecta necessaria ...E t illud velie potest dici diversifican contingentia, ut cum vult creaturam esse; et aliquando dicitur necessarium, ut secundum quod transit super diversa objecta, etiam contingentia, ita quod talis diversificatio non est in entitate ipsius velie, sed in diversis transitionibus sive de contingentia, ut cum vult creaturam esse; et aliquando dicitur necessarium, ut terminationibus, sive relationibus rationis...». 9

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