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BERN ARD INO DE ARM ELLADA 395 constituida por el alma racional no es entitativamente una acción divina, sino que se tiene que conseguir a través de una acción divina. En el caso de la presentación de Dios como objeto inmediato de la potencia ocurre algo muy diverso. Significa que es el mismo objeto divino quien perfecciona la potencia, la actúa. Y en un orden meramente natural aparece como simplemente contradictorio que Dios sea naturalmente acto de la creatura. No habría distinción entre Dios y la creatura. La filosofía, por tanto, establece o advierte un vacío infran­ queable entre la naturaleza creada y la naturaleza de Dios en sí mismo. Dios no puede ser objeto natural de nuestras potencias creadas. Aunque la creatura, en su potencia pasiva, acusara una infinita capacidad receptiva, la imposibilidad natural de parte del principio activo para comunicarse como objeto a otro ser fuera de sí mismo, daría siempre por resultado una imposibilidad natural. La visión de Dios en sí mismo aparece, pues, de parte del principio activo — el objeto— naturalmente incomunicable. Pero frente a la filosofía está la certeza de los datos revelados, que invita a la razón a buscar el principio que pueda salvar de algún modo esa distancia natural. Es claro que la actitud natural entre la creatura y Dios tiene que sufrir un cambio. El cambio, evidentemente, sólo puede veri­ ficarse realmente de parte de la creatura, pero denominando al mismo tiempo, a nuestro modo humano de discurrir, un cambio de razón en Dios. ¿Cómo es posible que en la creatura se realice ese cambio, que sea justificación de su nueva posición frente a Dios? En primer lugar, no puede ser una mutación en sobrenatural de lo que era propiamente el sustrato íntimo de la naturaleza; porque esto sería una destrucción más que un ulterior perfeccionamiento. El discurso mediante el cual el pensamiento escotista concluye en la necesidad de conservar la naturalidad en la potencia pasiva no puede olvi­ darse aquí4. La modificación tiene que quedar de parte del ser creado, es cierto; pero no en cuanto pasivo de la perfección, bajo pena de no dejar sitio a la línea de homogeneidad y a la misma razón de perfección del objeto sobrenatural. Entra aquí en parte la explicación filosófica del funcionamiento de las potencias del ser intelectual. Para los franciscanos el entendimiento posible, en cuan­ to distinto del entendimiento agente, no es sólo pasivo, sino que 4. C f. B . de A rm ellada, D o s t e ó l o g o s ..., p . 379ss.

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