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B ERN ARD INO DE ARM ELLADA 393 imaginado la monstruosidad espiritual de un niño de dos años que con un desarrollo cerebral anormalmente precoz enfriara el cariño por su madre hasta tanto se le demostrara científicamente la auten ticidad de su relación de hijo. Quiero significar con esto que nos hallamos ante un racionalismo, quizás de no muy elevado nivel, pero que se lleva a últimas consecuencias en exclusiva, que casi siempre desembocan en irrealidad morbosa. Aquí vamos a hacer tránsito a nuestro tema señalando que ningún esquema racional vence por sí misino este problema difícil — pero siempre inevitable y urgente— de dar contornos razonables a la paradójica fisura entre lo humano y lo divino. El recurso tradicional ha sido huir de lo racional a lo emotivo o quedarse sin decisión en el escepticismo. Pero son posturas incon sistentes y siempre insostenibles a la larga. Mi propósito en estas consideraciones es traer al campo de la reflexión teológica una idea peculiar de la teología franciscana, que considero puede resultar orientadora en el problema capital a que estamos aludiendo. Podemos recoger, aceptándola, esa descripción existencial del hombre como un ser abierto-hacia (hacia alguien, sobre todo). Su abertura no es sólo pasiva, de captación del otro o de las cosas. Es también abertura dinámica, de entrega. Y más todavía, abertura de lanzamiento, de sospecha, de creación. Los escolásticos hablarán de causas naturales — que sólo pue den dar al efecto su propia forma— y causas voluntarias — que pueden causar formas de existencia diferentes de la suya. En este plano de la voluntariedad, dando dimensión nueva a lo inteligible, hay que poner la comunicación del hombre y Dios. El problema del encuentro entre Dios y el hombre — en la teo logía escolástica— se estudió de modo especial referido al cono cimiento inmediato de Dios en la visión beatífica, en el orden so brenatural. La licitud de una analogía descendente, aplicando aque llos conocimientos al conocimiento terrestre, se justifica sobre todo en la teología escotista, toda vez que la metafísica del Doctor Sutil viene a ser el concentrado intelectual de naturaleza y revelación2. Esta trayectoria teológica del problema del encuentro entre el hombre y Dios la voy a describir en términos un tanto duros para oídos no avezados; pero términos de una precisión y riqueza toda vía no superada. Prescindo del bagaje de citas que podría aducir 2. Cf. M. Oromi, OFM, Introducción general a las Obras del Doctor Sutil Juan Duns Escoto, BAC, Madrid 1960, pp. 15*-103*.
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