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392 TR AN S C E N D E N C IA D IV IN A Y VO LU N T A R ISM O Como puede verse, el leit motiv de las filosofías religiosas o teo­ logías extremistas de todos los tiempos no varía sustancialmente: sólo es mensurable la inmanencia (mundana), la trascendencia es siempre inconmensurable. Pero la expresión de la moderna teología radical — si se hace caso omiso del ateísmo manifiesto— nos parece que ha tocado fondo. Y se hace urgente buscar de nuevo el modo de salir a flote. La revelación cristiana tiene que aparecer de nuevo en su pers­ pectiva normal: la inmanencia que se hace inconmensurable por el don de Dios en Cristo, y la trascendencia que se convierte en accesible porque en Cristo se manifiesta la divinidad. En el principio está la vivencia, que se traduce en conceptos al ser reflexionada y, en palabras, al ser expresada. A Dios le vivi­ mos en la experiencia de nuestra limitación dentro de un marco dinámico de esperanza ilimitada, que tiene su apoyo seguro en la historia de salvación en que nos movemos. Esto se hace idea yse expresa en la palabra tradicional de «contingencia». Y en términos más palpitantes: polarización personal frente a un tú soberano que nos libre de la soledad del yo individual o del nosotros perecedero. Pero, ¿no sucede que nuestras palabras se muerden la cola? No dicen más que lo que nosotros entendemos; y sólo entendemos lo que experimentamos. Y sólo experimentamos lo mundano o creatural. Dios es, por definición, lo inaccesible. Cualquier intento de hacernos una idea sobre él será un fracaso. Cualquier palabra o discurso sobre él parece no poder traspasar las fronteras de la ilusión. Realmente esta dificultad — que hoy airean con tanto dramatis­ mo los llamados teólogos de la muerte de Dios— se percibió siem­ pre. Desde el temor reverencialde los israelitas a pronunciar su nombre, y el miedo a añadir nada a sus palabras («¿Cuál essu nombre?... No añadas nada a sus eloquios, por que no te reprenda y seas hallado mentiroso», Prov. 30, 4.6); a la expresión científica de Santo Tomás: «No existe proporción entre lo finito y lo infinito» (S. Th„ 1, q. 2, a. 2). Hoy se dice que no tenemos más que lo nuestro. O, en frase de W. Hamilton, que «no hay ningún hueco en forma de Dios en el interior del hombre»'. He querido comparar con algo esta miedosa timidez de tantos pensadores en medio del mare magnum de confusionismos. Y he 1. En Teología radical y muerte de Dios. Citado por E. Colom er en el Estudio Preliminar al libro de W. Ham ilton, La nueva esencia del cristianismo. Salamanca 1969, p. 78.

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