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378 S IM BO LO Y AN A LO G IA nocimiento y la expresión comunicativa marca el orden que debe seguirse en el análisis: realidad, conocimiento, palabra. El mismo esquema que, por otra parte, se encuentra ya perfilado en la semán­ tica aristotélica. A ) E l e m e n t o s m e t a f is ic o s d e l s t m b o l o . El símbolo en sus aspectos metafisicos ofrece a la primera observación tres clases de realidad: la del símbolo, la del objeto simbolizado y la de la relación que une a ambos merced a lo que podría ser denominado «campo simbólico» o «contexto simbólico». Lo que se percibe de manera inmediata e intuitiva no tiene necesidad de simbolización. Por ello, la intuibilidad, la inmediatez, la transparencia son notas características de la realidad símbolo y no de lo simbolizado. La realidad símbolo se presenta siempre como algo concreto, algo que tiene dimensión y estabilidad propia. La bandera y la cruz pueden ser dos ejemplos. La bandera y la cruz se ven, se intuyen en su realidad propia. Una circunstancia especial diferencia la intuición del símbolo de la intuición de rea­ lidades no simbólicas. En estas últimas, el acto de la mente termina en lo intuido. Hay como una opacidad para las demás realidades. El símbolo, en cambio, es transparente. Está grávido de analogías, de referencias a otras realidades a las que nos remite y que en él se vislumbran. Son estas referencias, estas analogías las que hacen posible que los objetos intuidos se conviertan en símbolos. La bandera transparenta a la patria; la cruz deja vislumbrar la acción redentora de Cristo sobre el hombre pecador. Se establecen, así, relaciones especiales entre símbolo y simbolizado. Estas relaciones necesitan, como las fuerzas físicas, un campo, un contexto en donde puedan verificarse. La tan manida expresión orteguiana relativa al hombre tiene valor también aquí. Ya que la realidad símbolo es ella, y su circunstancia. Circunstancia que, en nuestro caso, es contexto o campo simbólico. Tradicionalmente los contextos o cam­ pos simbólicos quedaban encuadrados en tres esferas: la física, la espiritual y la axiológica. En la moderna literatura ha cobrado importancia también la esfera afectiva. Dos son los límites, dentro de los cuales, se mueven en el cam­ po o contexto simbólico las analogías o relaciones entre símbolo y simbolizado: el del puro signo convencional y el de la participa­ ción en el ser. El primero obedece a la corriente que identifica el símbolo con el signo convencional. De esta suerte, todo lo aplicable al signo lo sería igualmente al símbolo. Por ello, lo mismo que hubo — según dicen Ogden y Richards— un examen gramatical (Aristó

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