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376 S IM BO LO Y AN A LO G IA humano entre los sistemas simbólicos, reunió de modo particular las direcciones del origen semántico y los dos puntos de vista, subjetivo y objetivo, del análisis del lenguaje3. Teniendo como base este punto de partida etimológico, se puede fijar ya con más precisión el concepto de símbolo. Pero, al hacerlo, conviene dejar de lado toda consideración unilateral. No interesan las visiones psicológicas, metafísicas o científico-religiosas en lo que de exclusivo tienen. No interesa qué puede hacerse con el símbolo, ni cuál es el proceso psicológico mediante el cual se origina, ni su dimensión religiosa en cuanto tal. Interesa aquí, por encima de todo, lo que el símbolo es. Los elementos que esencialmente lo cons­ tituyen. Esto sólo puede conseguirse teniendo en cuenta dos crite­ rios. Uno, suficientemente amplio, como para abarcar y contener todos los elementos fundamentales de cada visión unilateral; por lo menos, la de aquellos que parecen integrar constitutivamente el símbolo. Otro, suficientemente estrecho, como para dejar fuera de la demarcación simbólica aquellos conceptos que, aún teniendo algo que ver con el símbolo, ni le son idénticos ni identificables. Entre estos conceptos pueden ser citados la alegoría, la metáfora, la analogía, el signo4. 3. A ristóteles, De interpretatione, cap. 1. 4. La alegoría, la metáfora, la analogía, el signo son diversas dimensiones del lenguaje que cobran autonom ía y características propias tomando com o punto de partida la unidad tropológica imagen. Vamos, por ello, a clarificar estos conceptos para evitar en nuestra exposición del sím bolo ambigüedades y equívocos. El término imagen hace referencia a la «reproducción de la realidad» que puede verificarse tanto en el plano de los sentidos com o en el de la inteligencia. En el primer caso, la vista es el sentido con quien más fuertemente se enlaza la imagen. No obstante, el lenguaje poético ofrece gamas variadas de imágenes per­ tenecientes a los diversos sentidos e, incluso, imágenes intercambiadas sinestética- mente. Así, la poesía nos acostumbra a escuchar «sonidos azules», «voces melo­ diosas o dulces», etc. La imagen moderna poéticamente tiende a presentarnos el mundo interior de la afectividad individual más que el mundo exterior, propio de la imagen clásica. En el segundo caso, la psicología nos habla de la «idea» que es la imagen intelectual y abstracta de las cosas. Lo característico, pues, de la imagen es ser com o una nueva presentación de las cosas, una re-presentación. Cuando asociamos a la imagen no sólo la cosa por ella representada sino tam­ bién otra realidad entramos en las fronteras de la metáfora. B ajo la unificación de una imagen se enlazan dos mundos, dos esferas de realidad diversa. «El jinete se acercaba tocando el tam bor del llano». En la imagen del tambor quedan incluidas dos realidades: la del instrumento musical y la de la tierra seca, de color de cuero. Estos dos mundos o realidades se asocian en la unidad de una misma imagen, merced a una semejanza o analogía que poseen. El llano es de color de cuero y en él «resuenan» los cascos del caballo. Puede, por ello, asociarse evocativamente a un tam bor que resuena también, cuan­ do se le golpea. A veces, la analogía no es totalmente patente, sino que depende en gran parte del descubrim iento del poeta. Pero este descubrim iento se hace por

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