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V IC E N T E M U Ñ IZ 375 bolo tuvo en sus orígenes duplicidad significativa2. Símbolo signi­ ficó, en primer lugar, señal o contraseña ; más en concreto, el dis­ tintivo que portaba el huésped, el invitado de honor de la casa, para que fuera fácilmente reconocido. El verbo griego correspon­ diente a esta significación nominal, insinúa la presencia de alguna analogía entre la contraseña y lo distinguido por ella. Esta relación analógica la conservaría de manera particular el símbolo religioso. En segundo lugar, la palabra símbolo significó también el pacto de ayuda que entre sí hacían los estados griegos. Este segundo étymon subraya el carácter unificador del símbolo. Un pacto estatal está muy lejos de pertenecer a las simples cosas que son signos. Pero si se subraya el momento de la convención, la transición resulta comprensible, ya que los compromisos aceptados pueden conside­ rarse como signos de ordenación. Esta duplicidad original semántica revela los elementos perma­ nentes que el concepto de símbolo ha conservado a través de su evolución significativa: designación, connotación y arbitrariedad. En efecto, el símbolo, en cuanto señal, indica o designa. Remite nuestra atención hacia un objeto distinto y diverso de él mismo. Es como presentador de otra realidad. La función deíctica está de manera inseparable ligada al símbolo. Y en los orígenes etimoló­ gicos, se sabe que el término de la deixis simbólica era la persona del huésped. El símbolo, como pacto de ayuda, supone el punto de coinci­ dencia, aqueflo en lo que se ponen de acuerdo dos comunidades sociales. Es la dimensión connotativa. Alude a lo que es aquello en que se identifican los que se ponen de acuerdo. Pero esto im­ plica la libertad como elemento integrante. Sin libertad, el acuerdo, la convención o tratado se convierte en «imposición». Aunque no deje de obedecer a dictados razonables, lo arbitrario es producto de la voluntad libre. Y el símbolo lleva consigo esta dimensión arbitraria de la libertad de elección humana. Designación, connotación y arbitrariedad — en el sentido arriba expuesto— quedan así determinadas como notas características del símbolo en su nacimiento etimológico. Por lo menos, a estas direc­ ciones apunta y en estas direcciones evolucionará la semántica del símbolo. Sobre estas notas, que van a ir influenciándose mutua­ mente hasta su unificación conceptual, se acumularán los agrega­ dos de la especulación filosófica. Aristóteles, al incluir el lenguaje 2. W. Muri, Symbolon. Wort und sachgeschichtliche Studie. Anejo al Jahresbe­ richt über das Städtische Gymnasium in Bern, 1931.

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