PS_NyG_1970v017n003p0373_0389

V IC E N T E M U Ñ IZ 389 no pende total ni libremente de la capacidad poética del individuo o comunidad, sino más bien de la realidad que es radicalmente análoga. Dos requisitos se exigen para que la metáfora se convierta en símbolo. El primero pide que el vehículo de la metáfora sea con­ creto-sensorial; el segundo, que sea reiterativo. Que la imagen me­ tafórica cobre canon de estabilidad. El procedimiento normal es convertir las imágenes en metáforas y las metáforas en símbolos. La paloma es imagen de ave y, en sentido translaticio, podemos hacer con ella representar la paz. En la expresión paloma entran los dos mundos reales de la metáfora. Pero sucede, aquí, que esta metáfora queda fijada de manera estable. La paloma nos repre­ senta el ave y a través de éste contemplamos translúcidamente el significado más hondo de la paz. La metáfora paloma-paz adquiere categoría de símbolo en el momento en que la relación translaticia se estabiliza dentro de la colectividad lingüística, o, incluso, dentro de un área cultural. No interesan aquí, las razones o motivos de esta estabilidad. A través de la consideración de los diversos elementos que inte­ gran el símbolo, hemos llegado a poder clarificar su concepto y su contenido. Enunciada en su más desnuda esencia, la naturaleza fundamental del símbolo es conmutativa. Esta cualidad básica im­ plica que no puede identificarse consigo misma, sino que ha de referirse a algo que está más allá de él: concepto más profundo o contenido emocional. De este modo, el símbolo, en su función unitiva de asociar reinos de experiencia dispar, puede tender hacia una de estas dos líneas de desarrollo: puede surgir de una búsque­ da de analogías insólitas y desusadas, o puede representar una com­ paración o asociación tradicional, realzada a veces por la utiliza­ ción, en literatura, de nuevos pormenores. Así, pues, el símbolo no existe simplemente para indicar algo diferente de sí mismo, sino también para desplegarse a sí mismo con todo lo que ha acogido en sí. El símbolo evoca, sugiere, implica, pero jamás se empeña en señalar con precisión comprehensiva. Se atavía con las galas de la imaginación creadora popular o individual y está siempre im­ pregnado de resonancias estéticas. V ic e n t e M u ñ i z . Salamanca.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz