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382 SIM BO LO Y A N A L O G IA del objeto símbolo, sino determinadas características, rasgos típi­ cos en los que se deja entrever lo simbolizado. Así, lo que hace al árbol sin hojas símbolo de la muerte no es la visión concreta y total del árbol, en cuanto tal, sino la apreciación de algo que le sucede: la caída, la pérdida de las hojas. Las ramas desnudas se interpretan desde el principio como resultado de la caída, de la pérdida de las hojas. Pero en una temática más profunda entra en la percepción la referencia comparativa que existe entre la priva­ ción de las hojas y la privación de la vida. En efecto, la muerte es pérdida de la vida, caída de lo que se mueve erecto en la hori­ zontalidad de la fosa. La apreciación comparativa de estas carac­ terísticas similares concluye en la aprehensión de relaciones sim­ bólicas y en la constitución, dentro de la dimensión cognoscitiva, del símbolo. En este caso concreto, lo simbolizado — la muerte— se percibe de manera indirecta. Es el término de una indicación grá­ vida de relaciones que apunta hacia lo que se cae, lo que se derrum­ ba y que queda fijada, por un acto posterior mental, en la rea­ lidad muerte. A veces, lo significado por el símbolo, puede ser vivido en el mismo acto perceptivo simultáneamente con la primera figura inter­ pretada o símbolo en sí. Esta percepción simultánea presenta en­ tonces la relación entre símbolo y simbolizado de dos formas: la percepción del símbolo se realiza como fenómeno asociado a lo simbolizado por él o como fenómeno a través del cual lo simboli­ zado deja columbrarse. En el primer caso, lo simbolizado está pre­ sente junto al símbolo, aunque algo recubierto por éste. Medio oculto detrás del león, por ejemplo, puede contemplarse en un es­ quematismo algo personalizado, o quizás a modo de representación abstracta, la fuerza. En el segundo caso, lo simbolizado se trans- parenta en el símbolo. Piénsese cómo a través de la figura del lobo se columbra la «fiereza» corpóreamente. Los contenidos de la percepción sobre los que descansa la rela­ ción símbolo-simbolizado estaban tradicionalmente tomados de tres campos: el físico, el espiritual y el axiológico. Así, cuando se em­ plea la palabra río como símbolo de la vida, el simbolismo se apoya en el comportamiento físico de vidas y ríos, pues ambos son físi­ camente fugaces y terminan en la aniquilación de la muerte o del mar. Este fue el soporte físico de la relación simbólica vida-río, expresado por las inmortales coplas de Jorge Manrique. Hoy día, parece que un cuarto campo debe añadirse a los tres enumerados. Especialmente en la literatura contemporánea, en la que la rela­ ción símbolo-simbolizado tiene de manera muy principal como soporte el campo de la afinidad de afectos o sentimientos. Afini

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