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D IE G O G R A C IA G U IL L E N 3 5 7 tos fenómenos se produjeron en el área franciscana. Uno a uno fueron apareciendo los documentos primitivos perdidos durante siglos. Y en el primer tercio de nuestro siglo se prepararon cuidadas ediciones críticas de las fuentes franciscanas, a la vez que se creaba una especie de subconsciente colectivo respecto a su valor, supo­ niendo a priori que, cuando tuviéramos las ediciones definitivas, podríamos con facilidad reconstruir la verdadera figura de San Francisco a base de ellas, concediendo a cada fuente mayor o me­ nor importancia — según sus méritos— pero sin excluir ninguna. Los resultados de esta orientación han sido los estudios sobre San Francisco — sobre todo Vidas: de Sarasola a Englebert 17— de los años treinta a cincuenta. Como ejemplo clásico 18 podemos recordar Los ideales de San Francisco del P. Felder. Se cita con profusión y rigor crítico a las más variadas fuentes franciscanas, y hay acopio de abundantes y selecta bibliografía; pero falta rigor sistemático, metodológico, con fluctuante ambivalencia entre la multitud de textos primitivos, no siempre concordes. Dignamente confiados en una aguda crítica textual, muchos franciscanistas no han realizado cuanto debieran la labor, más ardua y necesaria, de una crítica con­ ceptual. ¿Qué ideas, de las expuestas por las fuentes, son las autén­ ticamente franciscanas? En caso de conflicto, ¿cuál debemos pre­ ferir? Y siempre, aunque no haya conflicto, ¿qué testimonios debemos tomar por fundamentales en una elaboración ideológica de la vida franciscana, a los que habrán de subordinarse todos los demás? Notemos, por otra parte, que la dificultad aumenta cuando se advierte que las Leyendas primitivas son casi en su totalidad parciales. De aquí la sagacidad y prudencia de la orden de San Buenaventura de hacerlas desaparecer l9. Los espirituales, con toda su amplia bibliografía, iban buscando el defender sus ideas. Los comunitarios, el contrarrestar aquella influencia y dejar contentos a los superiores y a la Santa Sede20. Ambos, en fin, escribieron con 17. Cf. Fidentius van den Borne, Het probleem van de Franciscus-biografie in het licht van de moderne historische kritiek, en «Sint Franciscus» 57 (1955) 241-320. El A. estudia entre otras cosas, las biografías de 1925 a 1947: Beaufreton, Sarasola, Fortini, Facchinetti, Sparacio, Salvatorelli, Leprohon, Englebert, Del Gal (Cf. «Bi- bliographia Franciscana», X I, 343). 18. Aunque algo anterior (1923). 19. Nadie duda que en la época de nuestro siglo que criticam os se pensó y es­ cribió mucho sobre la autenticidad o parcialidad de las Leyendas primitivas, espe­ cialmente sobre el Speculum perfectionis. Mas, en general, se siguió conservando una arraigada fe en su valor. Com o más adelante com probarem os, sólo muy recien­ temente se ha orientado en otra dirección la historiografía franciscana. 20. Cf. el resumen de Octaviano de Rieden del artículo de Van den Borne, Thomas van Celano ais eerste biograaf van Franciscus, en «Bibliographia Francis­ cana», t. X I, n. 249. «Specialem attentionem veroxea merentur quae A. de proprie-

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