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368 E S E N C IA Y R EA LID AD EN LA V ID A F R AN C ISC A N A sus notas constitutivas, constitucionales y adventicias, sus momen­ tos constitucional y operacional, etc. Algo que proporcionará má­ ximo rigor a una teoría sobre la vida y espiritualidad franciscanas. Habrá que comenzar examinando en qué consiste su sustantivi- dad. En segundo lugar se deberá estudiar el momento constitucio­ nal de tal sustantividad en sus notas: constitutivas (esencia del franciscanismo), constitucionales y adventicias. Y en tercero se es­ clarecerá el momento operativo. a este punto. Tanto el número com o el orden han sido m editados, aunque no tienen por qué poseer carácter definitivo. Se han incluido también las virtudes teologales, no porque pertenezcan de m odo exclusivo al franciscanismo, ya que nadie duda que se puede ser cristiano y no franciscano, sino porque son obligatorias para todo franciscano (no se puede ser franciscano sin ser cristiano y católico; lo más se podrá ser «franciscanista»; ejem ­ plo, Paul Sabatier), y porque el franciscanismo las reviste de ciertas particulari­ dades que, aún siendo accidentales, deben ser consideradas. (Nota 5) Los votos son, obligatoriamente, virtudes constitutivas de todos los franciscanos regulares. En los seculares han de tener, indudablemente, otra exten­ sión (p or ejem plo, la castidad); pero creo que no dejan de tener el carácter de virtudes constitutivas, com o lo tuvieron para San Francisco. La «observancia» hay que incluirla también entre las constitutivas, pues San Francisco quiso que observáramos todo el Evangelio de m odo particular, y com o algo esencial a su vocación (de aquí se deduce, como consecuencia, el que en algu­ nas Reglas franciscanas haya preceptos, además de los votos, que obliguen sub gravi, esto es, esencial y constitutivamente). (Nota 6 ) Si la Segunda Parte constituye el m om ento contemplativo de la vida mixta franciscana, esta Parte Tercera es el activo, que debe ser, en cierto sentido, una «redundancia» de la vida interior. Si aquello era «encarnación» en Cristo, esto es «redención» con El. Su fin, el hacer partícipes a los demás hombres de nuestra vida (convivencia, pervivencia), es decir, de la de Cristo. (Nota 7) Finalmente, en esta Parte Cuarta queremos exponer la vivencia de toda la anterior doctrina franciscana en San Francisco. Cóm o realizó su vocación cristiforme, cóm o practicó la contem plación y la acción y cóm o con cibió los dife­ rentes grados de la vida franciscana. (Nota final) Llegados a este punto de radicalización y estructuración del fran­ ciscanism o, y habiendo aprehendido ya la íntima conexión de sus elementos cons­ titucionales (aunque sólo de m odo esquemático y descarnado), los temas de estudio com ienzan a surgir a raudales. Sin entrar en ninguno de ellos, me perm ito insinuar algo sobre uno de los más importantes. Se trata de la necesidad de la vida franciscana en la sociedad actual. Un tema sociológico y teológico que necesita de urgente aclaración. La abundancia de estudios que se suceden, sin solución de continuidad, sobre San Francisco, puede llevarnos a la ilusión de creer que San Francisco es un santo actual. Pero la rea­ lidad es perfectamente la contraria. San Francisco está en los antípodas de la sociedad del siglo xx. La identificación con Cristo «crucificado», la «pobreza», etc., son hoy, en buena parte del mundo, cosas absurdas. Esto se advierte de m odo inequívoco en los países más desarrollados o evolucionados y, en España, trans- parece ya de forma clara en los grupos sociales más avanzados. Una representa­ ción, sin duda utópica, pero en lo decisivo real, de esta sociedad lo constituye Un mundo feliz de Aldous Huxley. Tengo la impresión de que en esa sociedad, no tan distinta de la nuestra, a San Francisco se le denominaría «el salvaje». A pesar de la relativamente profusa bibliografía franciscana, podem os asegurar que San Francisco es un «desconocido» de nuestro siglo. Más aún: algunos de

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