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360 E S E N C IA Y R EA L ID AD EN LA V ID A F R A N C IS C A N A sólo que lo confirma, amplía y explica26. Ni podía ser de otra manera. Hoy todo historiador distingue perfectamente las «fuentes documentales» de las «fuentes narrativas», y sabe que éstas han de interpretarse a la luz de aquéllas. Con esto la corriente histórica se ha orientado, creemos que definitivamente, en el manejo de las fuentes. Después de mucho y buen trabajo, han conseguido superar una mentalidad algo tocada de positivismo e historicismo. Hoy se va ya a las fuentes sin la ingenuidad de creer que, porque conocemos todas las variantes de los códices y la mayor parte de las citas implícitas y explícitas, vamos a entender lo que leemos27. Y consideramos más importante calar en la entraña y en el corazón del hombre — en nuestro caso del santo— que escribió aquellas líneas, que hacer un grueso vo­ lumen con todos los textos de las fuentes sobre un tema reunidos 2S. Hoy, en fin, nos hemos dado cuenta que el método histórico de estudiar la espiritualidad franciscana, la reunión exhaustiva y cro­ nológica de los textos de las fuentes en torno a ciertos temas espi­ rituales es insuficiente, y está falta de rigor metodológico 29. Sin minusvalorar en nada la historia, se tiene mayor confianza en el segundo de los métodos: el teológico. 26. Un buen ejem plo de esta dirección lo constituye el Werkbucli zur Regel des ht. Franziskus, hersg. von den deutschen Franziskanern, Werl in Westf, 1955. Sobre todo el capítulo de Hardick, del que hay traducción española, La regla franciscana y su primitiva observancia, en «Verdad y V ida» 20 (1962 ) 377-431. En él se puede apreciar el sentido y la fecundidad de esta corriente, aunque en la aplicación con ­ creta discrepamos a veces de Hardick. 27. Cf. Theotimus van’S-Hertogenbosch, Moderne schrijvers over Sint Franciscus, en «Franciscaansch Leven» 39 (1956) 83-93. Conozco el artículo por el resumen de Octaviano de Rieden en «Bibliographia Franciscana», X I, n. 345. Después de exponer los nuevos escritos franciscanos de D. von Hildebrand, L. Lavelle, y W. Nigg, escribe el P. Rieden, siguiendo al A.: «Adumbrantur horum aliorumque scriptorum nostrae aetatis tentamina methodum puré critico-historicam transcendendi, ut demum ad verum fundum apicemque animae Sanctorum pertingatur». 28. Cf. la recensión de Feliciano de Ventosa al libro de Verhey, Der Mensch..., en «Naturaleza y Gracia» 1C (1963) 33940. En la p. 340 escribe: «S obre el m étodo de trabajo nos perm itimos advertir que responde a esa mentalidad, muy de fines del siglo pasado, que consiste en acumular materiales inmensos, pero sin posibi­ lidad de poderlos verificar por la penetración comprensiva. Nos parece mucho más efectivo para calar en el alma de San Francisco, en su mentalidad, en sus ideales, extraer de los m ejores textos la m ejor sustancia de los m ism os, que coleccionar un sinnúmero de ellos, pero sin este segundo trabajo de com entario, imposible de hacer cuando el material es demasiado grande, com o en el caso actual. Los árboles impiden ver el bosque...». 29. Esto ha planteado con vigor el problema del método, algo que hasta hace p oco no preocupaba. M eritorios son, a este respecto, los trabajos de los fran­ ciscanos y capuchinos holandeses (Cf. Veriiey, Der Mensch..., p. 14). F. van den Borne, Disputen over den franciscaanschen geest, en «Franciscaansch Leven» 11 (1928) 278-285 y 305-314; Id., Het methodischen onderzoek naar de geest van Franciscus, en «Franc. Leven» 30 (1947) 73-85; Id., Het probleem van de Fran-

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