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303 EL MITO, HERMENEUTICA Y FILOSOFIA Y cuando se trata de conseguir respuesta, el mito es demasiado rápido y precipitado. El mito procede simplemente a reducir los fenómenos naturales y los fenómenos históricos, con ayuda de la fantasía, a fuerzas divinas que se representan como personas agen­ tes, según analogía con el hombre y su obrar»4. El sabor comtiano de este párrafo parece indudable. Pero, ¿ será la cuestión tan sencilla? Esta tesis, a primera vista tan simple, resulta también simplista. En primer lugar, aunque pudiera parecer lo contrario, no es des­ interesada y no está movida por intereses exclusivamente intelec­ tuales. A los filólogos alemanes les interesaba, consciente o incons­ cientemente, mantener esta tesis, les interesaba «adular» a Grecia porque con ello estaban dando pábulo a su orgullo personal. Ale­ mania se consideró siempre la heredera de la aventura cultural helénica, frente a la tradicional superficialidad de los latinos; los extremos, a veces realmente ridículos, del nazismo son sólo la última consecuencia de ese secular complejo de superioridad cul­ tural germana frente a los demás pueblos de Occidente. Pero la reacción no tardaría en presentarse y la potencia de un verdadero genio del desenmascaramiento la expondría con toda su lucidez deslumbrante y, por tanto, poco apta para ser reconocida inme­ diatamente. Nos encontramos en 1872 y hace muy pocos años que Zeller terminó su monumental historia de la filosofía griega. Estamos frente a un joven filólogo de la Universidad de Basilea, de carrera fulgurante, que a la sazón no contaba aún treinta años; la obra había tenido dificultades con los editores y se llamaba Die Geburt der Tragódie, el autor era Friedrich Nietzsche. Allí afirmaba que la imagen de Grecia como lo luminoso, como lo apolíneo era algo unilateral. Al lado de Apolo, el dios de la claridad, estaba Dionysos, el dios de las tinieblas, de los impulsos irracionales, de la pasión sin freno. No sólo eso; lo dionisíaco es más importante, más pri­ mario y de él proceden los cultos mistéricos, la tragedia clásica y la filosofía de la época heroica, sobre todo la de Heráclito eí Oscuro. De momento, Nietzsche veía lo «apolíneo» y lo «dioni­ síaco» como puntos terminales de una realidad distendida y se necesitaba conservar los dos dentro de la totalidad de lo real. En obras posteriores, defendería que ambos términos son rigurosa­ mente contradictorios e inconciliables; vendrá luego la furiosa crítica al racionalismo socrático, la crítica al platonismo como pro­ 4. N e s tle , W ., H is to r ia d e l e s p ír itu g r ie g o . B a r ce lo n a 1961, p. 19.

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