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ANTONIO PINTOR-RAMOS 303 to de aplicar a la física de Arquímedes los principios de la mecá­ nica cuántica. La cuestión, como se puede ver, se hace muy compleja porque no se puede reflexionar sobre el mito más que desde fuera del mito; el «lenguaje» mítico sólo se puede analizar desde un «me- talenguaje» porque si estuviésemos viviendo de lleno en el mito no reflexionaríamos sobre él. El propio Gusdorf, enemigo del po­ sitivismo, tiene que usar esquemas racionales para comprender el mito y recurre a las tres ideas de la «Dialéctica trascendental» de Kant — hombre, mundo, Dios— para poder comparar el mito y el universo racional. Esto plantea un delicado problema de herme­ néutica que exige buscar un método que pueda explicitar las cate­ gorías del universo mítico — categorías que se presentarán siempre racionalizadas— sin traicionar el universo mítico con ingerencias racionalistas; varias escuelas de hermenéutica contemporánea están empeñadas en esta delicada tarea. No vamos a hacer aquí una filosofía del mito o una interpre­ tación del mito, no porque ello carezca de interés, sino porque la tarea es muy compleja. Nos vamos a fijar en las distintas actitudes que han ido apareciendo dentro de la historia del pensamiento frente al mito porque ello será muy provechoso para los que somos profanos en el tema, y sirve además como propedéutica necesaria para una mejor comprensión de las doctrinas actuales sobre el mito. Podemos decir que hay tres momentos fundamentales en la his­ toria del pensamiento que suponen una decisiva toma de actitud frente al mundo mítico. La primera está representada por el pen­ samiento griego que suele señalarse como los orígenes de la filo­ sofía, y, por tanto, del despliegue de la racionalidad frente al mito. La segunda está representada por el Cristianismo que en realidad consuma esta interpretación desde un punto de vista distinto. La tercera está representada por el positivismo moderno que señala el despertar moderno de la cuestión y que tiene innumerables pro­ yecciones, como hemos de ver. Entre estos tres momentos no hay ruptura radical, sino sólo cambios de perspectiva y las argumenta­ ciones se repiten a niveles distintos. Usando un término moderno, puesto en circulación por el positivismo, podríamos llamar a esos tres momentos «desmitologizaciones» y observaremos que a una actitud completamente desmitologizadora, al menos en la inten­ ción, sucede una actitud de nueva revaluación del mito, lo cual significa que esa desmitologización absoluta parece ser imposible. Estos problemas no afectan sólo a la filosofía; afectan también a la historia de la cultura, a la historia de las religiones y a la teología, pero aquí nos fijaremos en su aspecto más filosófico.

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