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326 EL MITO, HERMENEUTICA Y FILOSOFIA Altísimo. Aunque pueda parecer un poco extraño a nuestras men­ tes, esta doctrina gozó de una gran aceptación u. Esto, sin embargo, era un poco chocante y pronto se iba a pre­ sentar como improbable que el paganismo fuese una sarta de men­ tiras creadas por el demonio, sobre todo al llegar al cristianismo las élites cultas de la antigüedad, formadas en aquella sabiduría. Fue entonces cuando se emprendió la gigantesca empresa de con­ ciliar el cristianismo y el paganismo. En este existían verdades, pero habían sido robadas por los filósofos gentiles a los judíos a través de numerosos viajes y contactos comerciales. La doctrina data ya de los judíos alejandrinos (Aristóbulo y Filón) y tuvo nume­ rosos defensores, sobre todo entre los cristianos alejandrinos for­ mados a la sombra de la escuela de Anmonio, entre ellos Clemente y el propio Orígenes en su polémica con el pagano Celso; también la aceptaron los Padres africanos. La introducción en el cristianismo de conceptos antiguos era una necesidad porque era el lenguaje en que se entendían los pri­ meros cristianos occidentales; en las definiciones dogmáticas de los primeros concilios se nota la necesidad de recurrir a fórmulas filosóficas, tomadas del paganismo, para expresar el dogma con mayor o menor acierto; en este sentido, se puede aceptar la tesis defendida por Jaeger en su última obra 4S, tesis muy combatida, que cree imposibles los libros canónicos del cristianismo sin la cultura antigua, cuyas fórmulas y géneros literarios usan constantemente. Pero no sólo era una necesidad, sino también un peligro; el introducir conceptos helénicos en una mentalidad tan distinta como la judía suponía el riesgo de traicionar ésta y llegar al extremo de que los conceptos — en principio instrumentos— , en vez de servir a las verdades que querían explicitar, fuesen ellos los que traicio­ nasen la verdad. Que el riesgo no era una posibilidad meramente teórica lo demostraron bien pronto los errores dogmáticos de un Orígenes o esa gran herejía intelectual de los primeros siglos cris­ tianos que es el gnosticismo, sobre todo la gnosis itálica (Valentín). Los gnósticos procedían de buena fe y lo que intentaban era llenar la primitiva pobreza conceptual del cristianismo de modo que pu­ diese competir con las concepciones helénicas intelectualmente más exigentes; el modelo escogido fueron los sistemas neoplatónicos más abigarrados y una vez más la filosofía supo convertirse subrep­ ticiamente de sierva en señora de la fe. Sería interesante seguir 44. V. gr., Tertuliano, Apolog., c. X X II: ML, I, 405ss. También la aceptan entre otros M inucio Félix, Taciano, Atenágoras, San Teófilo y San Cipriano. 45. Jaeger, W., Early Christianity and greek paideia. Cambridge (Mass.), 1961.

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