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324 EL MITO, HERMENEUTICA Y FILOSOFIA rido afirmar a sí mismo como Dios, según la tentación de la «ser­ piente», otra fuerza mítica. El final de los tiempos es también una estructura mítica que hace del tiempo cotidiano un paso entre dos abismos que en el cristianismo están garantizados por Yahvé. La tendencia a la miti- ficación del final de los tiempos fue constante en el cristianismo; baste aludir a la proliferación de escatologismos, de milenarismos, recuérdese la figura de Joaquín de Fiore. Este mismo tema esca- tológico aparece secularizado en sistemas sociales modernos como el marxismo. La visión cristiana del tiempo no está volcada hacia el pasado, como en el mito, sino hacia el futuro que ha quedado liberado de los temores que le rodeaban. El cristiano trabaja y transforma el mundo con la mirada puesta en un futuro de feli­ cidad que se le ha prometido, pero ese futuro está posibilitado desde un pasado jalonado con momentos excepcionales. Así, el tiempo es una sucesión en la que el pasado condiciona el presente y ambos posibilitan el futuro, que tiene prioridad sobre los otros momentos en tanto que da sentido a los anteriores; la doctrina heideggeriana de los tres «éxtasis» del tiempo y la prioridad del futuro, en tanto que la vida humana es esencialmente «proyecto»42, parece así una secularización de la visión cristiana, cosa, por lo demás, apuntada por varios estudiosos. Sin embargo, el tiempo no es para el cristiano una duración indeterminada; hay momentos esenciales que introducen rupturas de nivel en la monotonía de la cotidianidad y que reparan la degra­ dación del tiempo mediante una cualificación a otro nivel. El calen­ dario cristiano significa también una ruptura en la cotidianidad para recordar en pequeño esos momentos de manifestación de Dios en el tiempo. Este calendario intenta también cristianizar las fechas claves del mítico y conserva una estructura muy similar; la fiesta central es la Pascua que se corresponde con las fiestas de primavera y de la fecundidad; la fecha de Navidad se corresponde con la del solsticio de invierno y el solsticio de verano está señalado por la fiesta del Bautista; que los elementos míticos no han des­ aparecido del todo en la conciencia popular lo demuestran la gran cantidad de tradiciones que acompañan estas fiestas; baste recor­ dar aquí las referentes a la noche de San Juan. En el momento en que el Cristianismo llega a Occidente se ve obligado a definirse frente a la cultura tradicional. Lo primero 42. Toda la «segunda sección» de Sciir und Zeit, §§ 45-83, desarrolla detenida­ mente esta temática.

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