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322 EL MITO, HERMENEUTICA Y FILOSOFIA ducto ni un esclavo del mundo ni de ninguna ley impersonal, sino que es un rey para cuyo servicio existe el mundo. Desde el momen­ to en que el mundo está al servicio del hombre, éste puede trans­ formarlo con su trabajo y su inteligencia sin profanarlo, sencilla­ mente porque no es sagrado; en sus estudios de sociología del saber, Max Scheler ha notado con perspicacia que aquí se encuentra la idea que posibilitará la técnica moderna 36. El cosmos ya no puede ser la medida del hombre y las funciones específicamente humanas no pueden medirse por ningún patrón cósmico; Schillebeeckx po­ nía de relieve recientemente, en su obra sobre el matrimonio 37, el sentido personalista del matrimonio en el pensamiento judío, frente a la mitificación cósmica de la sexualidad en los pueblos vecinos, los Baales y Astartés, divinidades de la fecundidad similares a otras muy corrientes en las religiones del área mediterránea. En su intención, el cristianismo es un programa de completa desmi- tologización; de hecho, sin embargo, este programa, claramente esbozado, se impuso como una progresiva tarea a cumplir y abun­ daron las claudicaciones por la perenne tentación del hombre a mitificar el cosmos, a coquetear con Baal y Astarté38, tentación que, según H. Cox, sigue siendo el principal enemigo del cristia­ nismo en el siglo xx. Por otra parte, el ritual cristiano va a aceptar como símbolos santificados una serie de elementos naturales que en el paganismo están mitificados en un intento de cristianizarlos: el agua bautismal, el pan y el vino eucarísticos, el fuego pascual, etc. De enorme trascendencia fue la nueva concepción del tiempo y la historia propugnada por el pensamiento judío. Con la afirma­ ción de un comienzo del mundo se destruye la idea de la eternidad del tiempo y el movimiento cíclico del eterno retorno va a ser sustituido por una visión lineal: la historia se distiende entre un comienzo y un fin y entre esos dos extremos tiene el hombre que construir su vida y colonizar el mundo, pero lo que fue una vez no volverá nunca y el futuro, a nivel de inmanencia, es completa­ mente imprevisible. Sólo porque Yahvé hizo un pacto con el hom­ bre, éste puede sentir garantizada la Providencia sobre la historia y esperar una serie de momentos excepcionales en los que Dios se manifestará de modo inmediato en el tiempo. El profetismo mantiene viva la idea de que Dios ha prometido redimir el mundo 36. Scíieleh, M „ Die V/issensformen and die Gesellschaft. 2 Aufl., Bern, 1960, pp. 76-77. 37. El matrimonio, realidad terrena y misterio de salvación. Salamanca 1968, vol. I, pp. 37-40, 48-49, 52, etc. 38. ¡ue7, 11; 3, 7. I Sa 1, 3.1 Re 16, 31; 19, 18. Os 13, 1, etc.

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