PS_NyG_1970v017n003p0301_0350

ANTONIO PINTOR-RAMOS 317 sus aspectos, ahora se busca también una ciencia racional de Dios. ¿Quedará sepultado definitivamente el mito? La influencia de Aristóteles y Evemero fueron colosales en este punto; el pueblo romano, quizá uno de los menos religiosos de ¡a historia, siguió estas líneas y convirtió a la religión en pura institución oficial. Sin embargo, al esfuerzo titánico de Sócrates, Platón y Aristóteles siguió una época de escolasticismo, pero tam­ bién una nueva necesidad de una cosmovisión integral y una pre­ ocupación por los problemas prácticos e inmediatos de la exis­ tencia; es lo que pretende llenar la prédica moralizante de ese enjambre de escuelas que desde Droyssen llamamos «helenismo». Se afloja la rigidez racional, antes celosamente mantenida, y con ello aparece un sincretismo religioso, importador de los cultos más heterogéneos, que suponen una nueva revaluación del universo mí­ tico en el que el hombre busca apagar su sed. El neoplatonismo es un conjunto de sistemas que tienen en común el intento de buscar una formulación racional de ese mundo abigarrado, pero la racio­ nalidad ha perdido gran parte de su prestigio y es la mística, la intuición, el amor, los que ocupan un puesto destacado en esa arquitectura barroca que aparece en todos los sistemas de corte neoplatónico. II.— LA «RELIGION» CONTRA EL MITO Sería una ingenuidad y una inexactitud histórica pensar que el mito quedó definitivamente enterrado en la antigüedad. Si el paso a la racionalidad se define como una conquista por el hombre de sí mismo, como una toma de conciencia de autonomía, tenemos que decir que la antigüedad es sólo el comienzo vacilante de la racio­ nalidad. Luego veremos que mito y razón no tienen por qué opo­ nerse necesariamente pues pueden estar en distintos planos. Fijémonos sólo en dos problemas centrales. El espacio mí­ tico no es un espacio indefinido como el de la ciencia y la filo­ sofía modernas. Numerosos autores han puesto de relieve que el hombre primitivo no considera el espacio como algo abs­ tracto y vacío, sino que el espacio es para él aquello que dice rela­ ción directa a su vida y a los sucesos de que hablan los mitos 27. Como dice Van der Leeuw, más que espacio, lo que existen para 27. Van der Leeuw, G., o c., pp. 378-388; Gusdorf, G., o. c., pp. 52-66; Cencillo, L „ o. c., pp. 63-66; Eliade, M., Le sacre et le profane, pp. 21-59; Traite, pp. 310-325. 4

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz