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ANTONIO PINTOR-RAMOS 315 El problema de los mitos se hace bastante más complejo en Platón; no podemos entrar aquí ni de lejos en las discusiones a que ha dado origen la abundante literatura sobre este punto 20 y nos contentaremos con resumir una apreciación de conjunto. Es evi dente el gran alcance que tiene el mito en los diálogos platónicos, pero no es tan claro su sentido. Que el mito sea en Platón un re curso puramente liteiario es algo difícil de aceptar desde el mo mento en que echa mano de él para exponer algunas de sus doc trinas más importantes: el mito de la caverna en la República, el del auriga en el Fedro, los mitos «eróticos» en el Banquete, por aludir sólo a algunos muy conocidos, expresan doctrinas fundamen tales en el platonismo. Parece que no son puras alegorías, son «narra ciones alegórico-paradigmáticas » 21 y significativas por sí mismas. Eliade afirma que Platón es el representante más calificado de la cosmovisión arcaica; esta frase es equívoca, pero lo que quiere decir es que Platón es el formulador racional de varias ideas pro pias del mundo arcaico. Platón es quizá el mayor mitólogo de Occidente, pero entiéndase bien esto: el mejor creador de relatos míticos, lo cual significa que es un intelectualizador y un raciona- lizador del mito, un cosificador del mito que, para el hombre ar caico, es algo más inmediato que no se puede racionalizar. En este sentido, Platón significa ya el final del mundo mítico y la consolidación y, al mismo tiempo, cosificación de la mitología que hace posible la interpretación racionalista. «Mito» tiene en Platón el sentido más original: el mito es la «palabra», la palabra por ex celencia, aquella de que hay que servirse para las cosas esenciales, para el «topos ouránios» que se resiste a un lenguaje puramente racional. La objetivación que Platón lleva a cabo con respecto al universo mítico sólo se puede hacer desde fuera del mito. En este sentido, es muy equívoca esta afirmación de Cencillo: «El mito, digámoslo desde ahora, es, ante todo, lenguaje» 22; el lenguaje es esencial al relato mítico, pero originariamente el mito es algo más que lenguaje, es, como hemos dicho con Leenhardt, un «comporta miento» o un estilo de vida. Como se ve, Platón no supone una ruptura con el socratismo, como podría parecer a primera vista; más aún, la perspectiva socrática es irreversible y, una vez abierta, tiene que continuar, aunque en este camino de la racionalidad haya altos y bajos en 20. Legido Lopez, M., El problema de Dios en Platón. La teología del demiurgo. Salamanca 1963, pp. 45-62, con abundante bibliografía sobre este punto. 21. Cencillo, L., El mito. Semántica y realidad. Madrid 1970, p. 58. 22. Ibid., p. 9.
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