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182 H E ID E G G E R IA N A , 1967 mentos del tomo segundo de su Nietzsche — publicado en 1961— tema que redondea el anterior desde un ángulo distinto. Esos dos extractos se intitulan Der europäische Nihilismus y Die seinsge­ schichtliche Bestimmung des Nihilismus 2. Si nos detenemos en perfilar el contenido de esos fragmentos y preterimos otras reedi­ ciones de importantes textos heideggerianos de la misma fecha, como Vorträge und Aufsätze, o Der Ursprung des Kunstwerkes, débese a la candente actualidad de la idea que manipula, la del «Gott ist tot», o de la muerte de Dios, que se ha convertido en una de las «emociones» filosófico-teológicas más a flor de piel en estos años. Heidegger considera el del nihilismo el primero de los cinco temas capitales de la metafísica de F. Nietzsche (los cuatro restan­ tes son: la inversión de todos los valores anteriores, la voluntad de poder, el eterno retorno de lo m ismo y el superhombre). El término «nihilismo», que habría sido legado al vocabulario filosó­ fico por F. H. Jacobi como definición y sinónimo del idealismo alemán, no significa para Nietzsche, como para Turguenev, «po ­ sitivismo» negador de lo transensible, o como para Dostoyevski, el tipo de hombre (ruso) inclinado a negarlo todo, sino el movi­ miento espiritual de Europa cuyo contenido se resume en la frase hoy tan mordiente: «Dios ha muerto». Alúdese, en concreto, al Dios cristiano y cuanto simboliza: la primacía de lo suprasensible, el ideal, la norma, las metas y valores erigidos por encima de este mundo para darlo sentido. Y , con ello, a la meta-física, cuyo fin se preconiza ipso facto (pp. 9-10). De ese modo surge, adláter y com ­ plemento del nihilismo así entendido, el tema de la inversión de todos los valores precedentes, y especialmente de los supremos. Si Platón declaró mundo aparente el del devenir, Nietzsche declara apariencia el del ser, llama «platonismo» a la actitud que a este segundo corresponde, y considera el cristianismo la versión popular de aquél (p. 59). En el fondo, lo que detesta es la dualidad de mun­ dos, el aquende y el allende. Pero su repudio de la metafísica aboca no menos que el ejemplo clásico de tal rechazo, el del positivismo, a otra metafísica, que Heidegger denomina de la «subjetividad» (p. 176), o mejor, de «la subjetividad incondicionada de la voluntad de poder», matiz que la distingue de otras metafísicas similares, especialmente la de Hegel. Si en la de éste era la racionalidad del animal rationale el elemento decisivo de su subjetividad, en la de Nietzsche ostenta ese papel la animalitas, pues la voluntad de poder 2. Martin H e id e g g e r , D er eu rop ä isch e N ihilism us. Pfullingen: Neske Verlag 1967, 20 x 12, 297 pp.

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