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A N T O N IO P IN T O R -R A M O S 171 el ob jeto» (p. 156); es decir, el criterio de identidad del objeto consiste en que permanece siendo aquello de lo que se enuncia algo, mientras que el significado se enuncia con la expresión en tanto llena de sentido; por eso no se puede confundir expresión con significado. Los seguidores de Brentano «psicologizaban» el contenido objetivo, lo cual lleva a Husserl a distinguir entre el contenido como significado, el contenido como objeto, y el con tenido como «realización de sentido». La independencia del sig nificado respecto al objeto — contra Frege, Sigwart o Erdmann— pone de relieve su carácter esencial: «círculo cuadrado» tiene sig nificado, pero carece de objeto y esto lleva a Husserl a distinguir en la IV Investigación entre lo «carente de sentido» ( sinnlos ) y lo «absurdo» ( Widersinning ) que tiene sentido, como en el ejemplo anterior. Existen entonces varios planos que corresponden a la esencia pura de los significados: «sentido y sin-sentido ( Unsinn )», que existe antes de la contradicción formal; en este estrato se funda el que nos garantiza contra el «absurdo formal» ( Widersinn ), in dependiente de todo conocimiento; finalmente, hay un tercer estra to que se refiere al absurdo «material», como sería el caso del «círcu lo cuadrado». La formalización lógica está situada en el primer plano que mantiene así la unidad de la lógica pura y el conocimiento. Podría pensarse que el significado reside en la imagen, pero esto queda descartado en cuanto se comprende que hay significa dos de los que no puede existir ninguna imagen, como en el caso del absurdo. ¿Será quizá que el significado reside en la vivencia?; más aún ¿n o se opone la afirmación de la necesidad ideal del significado a la fluctuación del sentido? Husserl responde diciendo que «son los actos significantes los que varían, no las unidades idea les entre las que oscilan» (p. 169). Para la comprensión cabal del significado es imprescindible tener en cuenta las circunstancias en que se expresa; aquí nos reducimos sólo a su unidad ideal, a la «esencia» ideal que mantiene una unidad semejante a la de la «especie» y que puede ser actualizada en la vivencia. Pero ¿no será esto volver a un nuevo platonismo de las esencias? Es lo que va a discutir Schérer en el capítulo siguiente. Si echamos una ojeada de conjunto a este denso capítulo que hemos intentado resumir y si tomamos la distinción de F. de Saussure, hoy muy difundida, entre «Iangue» y «parole», es claro que los análisis de Husserl se refieren a esto último y por lo tanto caen fuera de la tarea impuesta por el famoso lingüista a su ciencia. El cap. IV , «Transición de la fenomenología a la ontología» (pp. 182-200) está dedicado a la II Investigación. ¿Qué clase de realidad
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