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G. ZAMORA 161 a «Teofrasto», «Teilhard», «Tillich», «Teresa di Gesú» o «teogonia» y «termodinámica» para aplaudir esa reelaboración a fondo. El de Teofrasto, firmado en la I edición por G. Faggin, lo fir­ man en la I I éste y G. Movía: si la bibliografía de aquélla remitía a 14 títulos, silenciando el libro revolucionario de J. Zürcher (1952), la I I reenvía a 31. E l de Teilhard es aún más elocuente en todos los aspectos: en la I M. Colpo hacía de él no más que un «geólogo y paleontólogo», que le merecía escasamente treinta líneas de texto y una veintena de bibliografía; en la II, C. Giacon le con­ sagra cuatro apretadas columnas, una de ellas de bibliografía, y lo define como «scienziato e pensatore», cuyas teorías expone y critica. Análogo es el tratamiento del caso Tillich en ambas edi­ ciones, con media columna en la primera y nueve líneas de biblio­ grafía, por A. Negri, y tres columnas y media en la segunda, con unos 27 títulos bibliográficos, por B. Gherardini. Acerca de Teresa de Jesús ocurren parecidos cambios enriquecedores — y valga una alusión al terreno extrafilosófico que pisa la santa, porque insinúa la grande amplitud de la Enciclopedia. Semejante «ensanche» y profundización en el desarrollo de los artículos afecta igualmente a numerosos conceptos, como muestran, sin abandonar el marco de la T elegido al azar, los términos Teogonia y sus trece líneas de la primera edición, por A. Lantrua, sin orientación bibliográ­ fica ninguna, y la columna que, con fuentes y bibliografía, le dedica C. del Grande en la segunda; mas, especialmente, avalando la re­ valoración de las ciencias naturales, tan patente en dicha segunda edición, las cinco columnas en que M. Gliozzi amplía su brevísima nota de la primera sobre Termodinámica. Por lo demás, no es necesario advertir que la ganancia no se ciñe a la extensión en el tratamiento otorgado, sino que afecta en la mayoría de los casos a su hondura. Otro dato que manifiesta el afán de perfección desplegado en esta segunda edición es la depuración de sobrenombres, su reem­ plazo por el más exacto o más conocido, o por los consagrados en el uso tradicional: un caso anodino, pero que lo comprueba, es la colocación, en la primera, de «Tauro Calvisio» según exige el primer componente de esa denominación, y por el segundo en la segunda, con el correspondiente remite en el antiguo lugar propio de la T al nuevo en la C. Por lo mismo, creemos, han sido eliminados ciertos personajes de identidad conjeturable, como R. du Tertre, acerca del cual leía­ mos en la primera esta ruborosa confesión: «Gesuita, si ccmgettura che possa essere quel P. Temmen che é nominato nella lettera (13 11

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