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G. ZAMORA 155 oportunidad es la que quiere brindar, con su panorama vastísi mo y, al mismo tiempo, bien articulado, de todo el saber filosófico hoy, la presente Enciclopedia. Lejos, pues, de reducirse a un bello y monumental adorno de anaquel, e incluso a un útilísimo instru mento de trabajo, aspira a insertarse en lo vivo del pensamiento filosófico y a revitalizar la problemática de la ciencia fundamental a que está consagrada. Se mantiene asimismo la orientación metodológica primitiva en cuanto a los criterios directivos y redaccionales. Los primeros explicaban el plan de la obra desde su misma idea, surgida, se nos decía, como la expresión más conspicua del fervor que adunó al grupo de filósofos y estudiosos que, desde 1945, tomaban parte en las reuniones anuales del Centro di Studi Filoso- fici Cristiani di Gallarale, a lo largo de las cuales fue originándose, creciendo y tomando cuerpo. Cuidadosamente procuraron evitar el caer en la confección de otro diccionario más, por científico y ex tenso que se imagine al mejor en su género. Frente al mero anali- ticismo de esa clase de obras, debía campear la sistematicidad, que es el alma de las enciclopedias, las cuales no pueden limitarse a proporcionar las definiciones generales y acepciones particulares de cualquier término, sino que ha de hacerse vivir y vibrar a unas y otras en todas sus connotaciones, sean históricas o conceptuales, netamente filosóficas o científicas afines. Podría objetarse que para eso bastaba una enciclopedia por conceptos, y es verdad; pero en tonces resultaría incompleta y, sobre todo, manca de concretez histórica. Optaron, en consecuencia, por aunar ambas dimensiones, dándoles la máxima unidad viable, tratando de fusionarlas en lo posible según una auténtica simbiosis intelectual. Más aún, según la exigencia semántica de la palabra «en-c/c/o-pedia», si fijamos la atención en lo que son todos y cada uno de los puntos del círculo respecto de su centro. Cada uno de los elementos que la componen son a la vez, como los puntos, autónomos y heterónomos, pues se organizan, como partes, en un todo común, a diferencia de lo que ocurre con el destrabado y aislacionista pluralismo de los vocablos en un diccionario. Como en 1957 no existía ni en Italia ni fuera de ella una obra sobre filosofía programada conforme a aquella concepción, podían sus creadores ufanarse justamente no sólo de su originalidad, sino de su unicidad. Pero esta segunda prerrogativa, válida una década atrás, no lo es hoy (y los editores debieran haber modificado el párrafo correspondiente de la página VII en su elogiosa alusión
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