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F. J. CALASANZ 143 En el decreto conciliar Perfectae caritatis se dice expresamente que los superiores " han de escuchar gustosos a los súbditos y pro mover sus anhelos comunes para el bien del instituto y de la Iglesia, salva, con todo, su autoridad de determinar y ordenar lo que hay que hacer” . En esta escucha franca a los súbditos de toda clase y condición, los superiores se informan de la opinión pública, defor mada necesariamente cuando las fuentes de información son los aduladores exclusivamente. Es importante recordar que el Concilio exige la cooperación de todos los miembros para conseguir una renovación eficaz y una acomodación adecuada. El texto más expresivo y urgente es el que obliga a los supe riores a la «consulta» de los hermanos: "Mas los superiores, en lo que atañe a la orientación de todo el instituto, deben consultar y oír convenientemente a sus hermanos"1. La voluntad explícita de esta consulta pone en manos de los superiores un medio calificado de información. El procedimiento democrático de la consulta favo rece la fraternidad creando las condiciones humanas y espirituales para el contraste de pareceres. El sistema del voto —en cuestiones que atañen a la orientación de todo el instituto— esclarece estados de opinión y facilita la labor de los superiores a favor del bien común. Cuando haya disparidad de opiniones, la balanza ha de inclinarse normalmente por la opinión general garantizada por las votaciones. LA OPINION PUBLICA Información y opinión pública se interfieren con frecuencia en la marcha de las comunidades que son, en definitiva, movimien tos asociados y grupos de convivencia. En rigor, son como la sístole y la diástole del organismo sensible de la vida pública. De modo que, si llegara a constatarse su debilitamiento o, peor aún, su ca rencia, esto supondría una grave enfermedad en la vida social. Hay una relación de fondo entre opinión pública y sociedad o comunidad. Por una parte, los que gobiernan dependen en gran manera de las opiniones y de los sentimientos de las multitudes. No es prudente prescindir del pueblo a la hora de orientar la con vivencia o de tomar decisiones que afectan al bien común. Los gobernantes «de pizarra» están desacreditados por la realidad que desmiente sus teorías. En general, todo programa organizativo a 7. Decreto Perfectae caritatis, n. 4, p. 482.
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