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F. J. CALASANZ 149 ”Contribuye al bien de la Iglesia el que cada instituto tenga su carácter y su fin peculiar. Hay que conocer y observar, por tanto, el espíritu de los fundadores y los fines propios, lo mismo que las sanas tradiciones, todo lo cual constituye el patrimonio de cada instituto”. Hoy se habla tanto de renovación que es preciso matizar su significado. Ante todo, es evidente que la renovación no es un fin, sino un movimiento, un medio para conseguir el destino de la vida religiosa: la perfección de la caridad, el seguimiento leal de Cristo. Este es un punto decisivo al que hay que llegar. Sean cuales fueren nuestros criterios preferidos, si no llegamos a la convicción de que la vida religiosa es una exigencia de santificación, un compromiso urgente e inalterable de vivir el Evangelio al pie de la letra, trai cionamos el ideal de consagración. La renovación sincera tiende inalterablemente a hacernos con secuentes con la profesión religiosa. Pero insistiendo siempre en lo mismo: «que la esperanza de la renovación hay que ponerla preferentemente en la observancia más fiel de las constituciones que en la multiplicación de las leyes». ¿FRATERNOCRACIA? En toda organización de comunidades humanas es indispensable la autoridad, un titular del poder, en función del bien común. La diversa concepción del poder determina las diversas formas de go bierno. ¿Cuál es concretamente la forma de gobierno de la frater nidad? El tema es sugestivo y ha sido legislado detenidamente en el Capítulo extraordinario. Sin entrar en profundidades de teoría política se ve en seguida que el gobierno de la fraternidad está concebido en un plan amistoso —valga la expresión— entre supe riores y súbditos. En las relaciones entre súbditos y superiores entran en juego problemas muy complejos: libertad y obediencia, poder y servicio, igualdad y gobierno. Francisco de Asís define claramente las atri buciones del superior y la actitud de los súbditos. Lo que nos inte resa, pues, es saber lo que quería el fundador, introducirse en su pensamiento. 1. En los escritos primitivos el papel de los superiores queda calificado como un ministerio y un servicio a los otros frailes. Las relaciones mutuas tienen un carácter fraternal y su clima
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