PS_NyG_1970v017n001p0135_0152

Visión de la fraternidad Estamosenunperíododetransicióny todosvivimosempeñadosenunacuestióndecisivadefondo: «¿Qué espera D ios de nosotros?» . Yestacuestión—enlaqueseventilaelsero noser, nuestrarazóndeser — sedesdoblainmediatamente enotrosproblemasdeenvergadura: « ¿Q ué nos pide la Ig le sia en esta hora?» . EnunintentonobledenodefraudarlasesperanzasdeDiosydelaIglesianosadentramosenelmundoque vaperdiendopeligrosamenteelsentidodeDios. Elproblema seagudiza: « ¿Qué podemos hace r nosotros po r nuestros her­ manos los hombres?». El intentodeestassencillasreflexionesesdestacarlaactualidadylaeficaciadel mandam iento nuevo delSeñor. Lafraternidad—vividacontodaslasconsecuencias — eseltestimonioqueDios, laIglesiayloshombres, esperandenosotros. Laproblemáticadelafraternidades tanplurifortnequese escapanmuchosaspectos, dadalalimitacióndeesteensayo. El lectoravisadoaportará, sinduda, elementosnuevosmás valiosos. LACONVIVENCIA S in campañas pub lic ita ria s, sin pancartas subve rsivas, sin arm as, sin poder, sin in fluen cia s — como en el Evangelio— la fra ­ tern idad se abre cam ino . L a «revolución franciscana» atrae ir r e s is ­ tiblemente a los in satisfechos de la vida, a los campesinos sanos, a los investigadores inqu ietos, a los a rtistas, a los bohemios. Pa ra ing resar en la forma de vida, in tu ida y fundada po r él, F ran c isco era muy enérgico y exigente. E l ing re sa r en relig ión no era un recu rso para asegurar la vida, sino un permanente riesgo y un vo lver a empezar cada día con el fe rvo r y el apasionam iento de un converso. L a frate rn idad no es «clasista»: abre de pa r en p a r sus puertas a todos, con una cond ición p recisa : v iv ir la fo rm a de vida evan-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz