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7 2 CARACTEROLOGIA GENERAL DE LA. que lo hayan cultivado alguna vez, que esto se verifica hasta en los «diarios íntimos». Escribimos siempre con la intención, manifiesta o latente a nuestra propia conciencia, de que otros, o uno al menos, nos lean y comprendan. ¡Y no digamos el escritor literario! Hasta en nuestros más íntimos soliloquios tenemos siempre presente al otro, al tú de Schmaus. Además, llevando el razonamiento de Fari- nelli hasta sus últimas consecuencias, no podríamos lógicamente caracterizar a un literato, sino sólo — y a lo sumo— cada una de sus obras por separado. Lo cual dudo que se hubiera atrevido a sostener seriamente el célebre lombardo. Juzgo, por tanto, y lo doy como conclusión lógica de todo este razonamiento, que, a pesar de esas serias dificultades que se nos han presentado, puede y debe admitirse con los autores arriba indicados y algunos más, la posibilidad, al menos, de una caracte­ rización general para toda nuestra Literatura Hispana. Aunque posiblemente luego se discrepe algún tanto en la enumeración y valoración de los caracteres que se aduzcan como individuantes y personalizantes de la misma. II. FACTORES DEL CARACTER LITERARIO ESPAÑOL Superada ya, teóricamente al menos, la cuestión de su posibi­ lidad en orden a una caracterización específica global de nuestra literatura patria, antes de pasar a la enumeración y análisis porme­ norizado de cada uno de los caracteres que juzgo generales o predo­ minantes en ella, he creído conveniente estudiar y analizar con alguna detención los factores históricos que a mi parecer los han determinado, a lo menos en una proporción considerable. a ) F a c t o r e s é t n i c o s . Ateniéndonos al estado actual de nuestros conocimientos his­ tóricos, parece dilucidado que el primer factor importante cono­ cido que interviene de una manera efectiva en la plasmación de las cualidades y defectos étnicos, apreciables aún hoy en nuestros pueblo, es el denominado por Menéndez Pidal «sustrato celtibé­ rico». Para los etno-historiadores al menos, no cabe duda de que el iberismo y el celtismo. máxime en su feliz simbiosis celtibérica, constituyen el primer elemento para-indígena o racial, muy detec- table todavía, en el modo de ser hispánico. Nuestro culto y apego a lo tradicional y familiar, nuestra audacia hasta el «no importa» incluso ante la misma muerte y nuestro medular quijotismo, bien

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