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7 0 CARACTEROLOGIA GENERAL DE LA. en las suyas, está presente y caracterizado en las aludidas obras literarias. Lo único que queremos decir es que esos pueblos donde mejor y más cabalmente se encuentran literariamente caracteriza­ dos es en las aludidas creaciones literarias. Y de ahí deducimos que, si una obra, por sus calidades extraordinarias, es capaz de caracterizar literariamente, en medida convincente al menos, a todo un pueblo, a fortiori lo podrá hacer una serie de características observadas en las más importantes o sobresalientes obras de toda su producción literaria. Además, esas obras, o sus creadores, marcan siempre un hito de culminación artística y desde su altura señera iluminan y orien­ tan — faros luminosos— a los demás marinos de su estirpe, que después de ellos se han lanzado al mar abierto de la literatura. Porque son ellas, o sus creadores, las que de verdad ejercen un influjo, casi siempre decisivo, en el rumbo de los gustos y en la proyección de formas hacia el futuro, de las que pudiéramos llamar constelaciones literarias. Esas obras, o sus creadores, vienen a ser en tales constelaciones algo así como los astros centrales de su sistema, en cuya órbita giran sus planetas y los satélites de sus planetas. Y a todos ellos, además, para que el símil resulte más exacto, arrastran aquéllas, o aquéllos, en su equilibrado movimien­ to de translación en el universo literario, hacia espacios más abier­ tos y brillantes como meta común. Todo esto quiere decir que esas obras, o sus creadores, imprimen características comunes a todas y a todos los otros que caen bajo su influjo y giran en su órbita. Estas observaciones vienen a fortificar no poco nuestra posición decidida en pro de la posibilidad de una caracterización específi­ camente peculiar de cada una de las literaturas individuales. Pues, efectivamente, ellas nos demuestran, en contra de la aporía que luego vamos a ver patrocinada por Arturo Farinelli, que la obra literaria, aun en su máxima culminación artística, ni se produce disociada de antecedentes, concomitantes y consiguientes, ni vive solitaria en su roquero castillo por muy alto y señero que él se destaque. Y, si no se produce ni vive aislada, en buena lógica crí­ tico-literaria, tampoco deberá ser enjuiciada ni valorada en soli­ tario. Y, si las cosas suceden así, ellas mismas nos están demos­ trando que hasta las obras más señeras participan, en mayor o menor grado, de ciertas características de todas o las más de sus congéneres; como éstas, a su vez, lo hacen de las de aquéllas. Pero precisamente —y aun sorprendentemente— este mismo análisis de las obras y sus autores, que a nosotros tan lógicamente, al parecer al menos, nos ha traído a la admisión de la posibilidad,

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