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104 CARACTEROLOGIA GENERAL DE LA. das. Por eso mismo esta vivencia ha llegado a caracterizar al espa­ ñol como uno de los pueblos más religiosos de cuantos han saltado al palenque de la historia. Y ha caracterizado no sólo todo su ser, sino también todo su obrar. Pero de este obrar no podemos, en justicia histórica y crítica, excluir la creación literaria. Antes, al contrario, debemos incluirla en él de un modo muy singular. No creo que pueda nadie legítimamente ni dudar siquiera que la reli­ giosidad, de una forma o de otra, es una de las características más acusadas y constantes de todo el crear artístico español y en grado eminente del literario. Si por un acto de incalificable sectarismo se llegara a eliminar de nuestro patrimonio artístico en su septenaria manifestación todo lo producido bajo la inspiración e influencia religiosa se le dejaría reducido a poco más de una enana insignifi­ cancia. Uno de los factores que confiere mayor unidad y carácter perso­ nal a una cultura, a una civilización, a un pueblo, es el núcleo de ideas por las que ese pueblo, esa civilización o esa cultura llegan a lograr un concepto original de la vida, del hombre y del espíritu. Ese núcleo de ideas, por su misma naturaleza, tiene también una proyección universal en la vida entera de la colectividad a la que va unido. El está en la base misma de la elección que hacemos en el conjunto de materiales útiles a la cultura. Y es el criterio de que nos servimos para formular nuestros juicios de valor referentes a los mismos elementos constitutivos de una civilización. El es, en fin, el motor que alimenta y regula, más o menos consciente y eficazmente, nuestros actos intelectuales, culturales y creativos. Ahora bien, al español ese núcelo de ideas le viene dado princi­ palmente por el espiritualismo evangélico, aportado a nuestra tierra por el cristianismo católico. He dicho principalmente porque no pretendo descartar, antes las reconozco como existentes, otras influencias ancestrales, indígenas, árabes o judías. Pero lo que re­ sulta indudable para el investigador minucioso e imparcial es que desde el día venturoso en que lo conoció y abrazó, ese espiritua­ lismo evangélico no sólo ha sido para él un arcangélico compañero de viaje, sino algo así como la forma sustancial de su pensar y de su sentir. El le dio ante todo el sentido de la transcendencia espiri­ tualista y le hizo hacer, por expresarlo de algún modo, una especie de revisión de valores. Y después de hacerla se quedó definitiva­ mente con los que el Evangelio le ofrecía, por más aquilatados y más auténticos. A esta luz eligió luego un sistema de pensar y un modo de vivir, una filosofía y una religión, una concepción —provi- denciaüsta— del mundo y de la historia, del hombre y del espíritu.

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