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100 CARACTEROLOGIA GENERAL DE LA. curso de su largo fluir. Esta persistencia confiere a nuestra lite­ ratura esa nota de cohesión compacta, esa especie de ilación sori- tizada, ese matiz de marcha en formación maciza y regular. Es el río siempre distinto y siempre idéntico a sí mismo. Dijérase que un mismo espíritu inmortal vivifica y alienta los más variados orga­ nismos de nuestras producciones artístico-literarias. Es precisamen­ te a este aliento de persistencia y perennidad a lo que aquí deno­ minamos tradicionalismo literario. El tradicionalismo es un elemento irrenunciable en todo lo que suponga vida e historia. Una época entregará siempre a la siguiente su depósito de ideas, de formas de vida, de cultura, de ciencia, de técnica, etc. O, como poéticamente reza el salmo: «El día transmite al día su mensaje y la noche pasa a la noche su noticia». Pero si la tradición es un elemento de toda vida, ella a su vez supone tam­ bién una vida en la que radicar. No existe si no es viviendo y, como toda vida, necesita renovarse para seguir viviendo. Por eso, no habría verdadera tradición, sino un mero conservadurismo a ultranza, si la entrega que una época hace a la siguiente de sus logros y vivencias fuera estática e inmodificada con respecto a la que ella recibió. El tradicionalismo auténtico sabe transmitir lo esencial-vivencial y dejar en la orilla lo accidental perecedero o supérfluo. El tradicionalismo literario descansa sobre dos hechos innega­ bles: primero: que todo escritor, por iletrado que sea, comienza en el punto histórico de una tradición literaria. Y segundo: que ningún escritor, por muy aferrado que haya sido a la imitación, habrá podido quedarse varado en el punto de la tradición donde empezó a vivir literariamente. «La tradición — dice T. S. Eliot— no puede ser heredada, y, si deseáis poseerla, tendréis que realizar un gran esfuerzo para conseguirla». Es un hecho literario históri­ camente comprobado que, si a los temas y formas recibidos no se les inyecta savia renovante, unos y otras se momifican y acaban por morir. Cuando llegan a ese estatismo, para lo único que pueden valer es para clichés de archivo. Es necesario de todo punto revita- lizarlos con aportaciones nuevas, según las nuevas ideologías y se­ gún la nueva sensibilidad que van apareciendo en cada época. Vino viejo en odres nuevos puede ser una buena fórmula literaria para el escritor que empieza y para el que termina. Una forma artística, por bella que haya resultado en épocas pasadas, no puesta al día, resulta muy pronto anacrónica o desfasada, como hoy se dice, y en no pocas ocasiones resultará hasta ridicula. En todo caso, afortunadamente y por ley de vida, el depósito

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