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ABILIO ENRIQUEZ CHILLON 8 7 esencia divina, del divino amor que enciende sus pechos, en la forma castiza, pura, sobria y sumamente poética con que expresan sus pensamientos, en el vuelo pindàrico de sus líricas efusiones, adelantan en mucho a sus predecesores; forman un grupo aislado, cuya genialidad y profundidad asombran aún a la distancia de si­ glos y siglos. La prosa de estos místicos es acaso la poesía más inspirada que supo crear España». Pero el abuso de estas mismas cualidades ha dejado no imper­ ceptibles huellas de su presencia perjudicante en el campo espacioso de nuestro patrimonio artístico. Ahí están, como muestras bien sen­ sibles de ello, esa imprecisión técnica de que se resienten, puede decirse que sin excepción en mayor o menor grado, todas nuestras creaciones, sin excluir las más brillantes. Como igualmente ese descuido de la perfección elaborada, tan pocas veces conseguida aun en nuestras obras más culminantes; y esa desproporción entre lo cuantitativo y lo cualitativo, con desventaja, claro, para lo se­ gundo; y esa condescendencia indulgente para con la dulce vagancia, como la apellidó Séneca, pacífica, pero tenaz enemiga del trabajo serio y prolongado, del análisis profundizador y de la abstracción sintetizadora. El anisosilabismo, tan frecuente en nuestra poesía épica primi­ tiva y en casi toda la actual, y la asonancia — rima imperfecta— tan cultivada a todo lo largo de nuestra producción poética, cosa en la que ha influido sin duda no poco la gran facilidad de su manejo, constituyen dos índices, tomados un poco al vuelo y al azar, entre tantos otros como pudieran ser traídos, de esa impre­ cisión técnica y de esa falta de esfuerzo en la elaboración perfectiva que venimos comentando. Empero, hasta con estos mismos defectos técnicos bien manejados ¡ cuánta maravilla poética han alumbrado en todo tiempo nuestros vates! Y es que el soplo creador es capaz de infundir vida, y vida bella, a un poco de barro y dotarlo de un alma inmortal. 3.a I ndividualismo . Todo el arte español —y el literario en muy alto grado— ostenta también la impronta de nuestro carácter racial, furiosamente indi­ vidualista y señeramente personalista. Pero es preciso, ante esta afirmación, no confundir individualismo con subjetivismo. Si en todo conveniente, en arte resulta indispensable que el individuo sea fiel a sí mismo, lo que constituye el más sano y defendible in­ dividualismo. «El arte apunta siempre a lo individual», decía Berg­ son, Y es que en toda obra de arte el artista tiene que realizar de

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