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86 CARACTEROLOGIA GENERAL DE LA. El español, normalmente, piensa menos e improvisa más. Pero la improvisación en la creación artística puede obedecer a muy diversos determinantes, si bien en el caso español la verdadera causa de esa «cualidad-defecto» hay que achacársela a la facilidad extra­ ordinaria de intuición creadora de que Dios ha dotado a nuestro genio artístico. El temperamento español ha demostrado ser, a lo largo y ancho de la historia, de un ímpetu difícilmente reprimible, de un activismo casi sin reposo, de un dinamismo lanzado y resis­ tente. Constantes psíquicas lógicamente correspondidas en lo artís- tico-creativo por la facilidad repentizadora de nuestra imaginación viva y alegre, por la agudeza expeditiva de nuestra percepción y por la agilidad mental para expresar sin demora reflexiva lo percibido. Y todo ello descansando en la base de nuestra viveza mental innata para las concepciones y partos fulgurantes. Esta suma positiva de raras cualidades determina en las crea­ ciones de nuestros artistas esa sensación agradable de vigor virgen y de ímpetu viril, esa plasticidad expresiva llena de calideces huma­ nas y de calidades artísticas, esa autenticidad intamizada en el ser y en el decir que subyuga irresistiblemente fantasía y corazón y esa originalidad que restalla en luces y sonidos como mágica piro­ tecnia que deslumbra y a la vez cautiva. Como determina igualmente esa exuberancia en variedad de formas y esa profusión desbordante en cantidad de motivos. Y por las sendas que unas y otras nos han abierto o descubierto hemos llegado hasta la creación de géneros literarios, o formas de cultivarlos, poco menos que desconocidos y aun casi impracticables para otros pueblos. Así la mística, la pi­ caresca o el teatro, géneros que, si no descubiertos enteramente pol­ los españoles, éstos han explorado en ellos caminos no transitados por otros romeros. Y desde luego han producido en todos ellos una cantidad verdaderamente extraordinaria de obras de arte en las que la calidad no marcha mal emparejada con la cantidad. Quizás a alguno le sorprenda el que haya incluido la mística entre esos géneros aludidos, ya que al teatro le encontrarán su­ ficiente justificación, a lo menos por razón de los autos sacramen­ tales. Creo que serán suficientes para disipar sus escrúpulos his- tórico-literarios las siguientes apreciaciones del varias veces citado Arturo Farinelli. «La gran generación de los místicos de España, dice este ilustre hispanista e hispanófilo, pudo ser que recibiera alguna inspiración de los místicos del Norte; pero en el sublime arranque, en la ternura y suavidad de los sentimientos, en la ele­ vación de lo ideal, en la piedad acendrada, en el desasimiento com­ pleto de las cosas terrenas, en la inspirada representación de la

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