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8 4 CARACTEROLOGIA GENERAL DE LA. Por él y para él parecen escritas aquellas célebres líneas de Pascal: «Cuando encuentro un estilo natural, en el que todo es sencillo y nada arrebatado, me doy cuenta de que, además de a un escritor, me he encontrado a un hombre». Pero en el apetitivo néctar de la naturalidad entra como com­ ponente, y en dosis masiva, lo subjetivo. Así, hay autores para los que la elegancia y hasta un cierto énfasis les resulta tan natural — Calderón— como para otros la sencillez de una carta familiar. Y los hay que naturalmente son ingeniosos y hasta conceptistas —Que- vedo, Gracián— como los hay que, paradójicamente, son o tratan de ser estudiada y aun tozudamente naturales —Azorín, Unamu- no— . Si a D. Quijote lo despojamos de sus ensueños, de sus qui­ meras, sus fantasías y sus misterios, le habremos despojado de toda su inmensa naturalidad. Porque todas esas cosas en el Caballero de la Triste Figura no resultan ni afectadas, ni exageradas, ni tam­ poco hinchadas. D. Quijote tiene que expresarse así para ser él. Y es que por la naturalidad, diremos con Navarro Ledesma, el escritor es hombre antes que nada. Y eso es cabalmente lo que han sido todos nuestros grandes literatos: hombres, hombres fieles a sí mis­ mos, antes que nada. 2 .a E s p o n t a n e i d a d . Como un vástago más, sin duda, de la sobriedad, pero con ele­ mentos individuales lo suficientemente desarrollados para consti­ tuir una característica distinta de ella, se nos presenta la esponta­ neidad, que en lo artístico-literario vale tanto como improvisación. Ya Tito Livio admiraba esta envidiable cualidad en nuestros an­ tepasados. «Los ingenios hispanos, dice él, son activos y de una gran audacia para lanzarse en pos de lo desconocido». Y en otro pasaje califica ese ingenio ibero, según es costumbre en él, de feroz. De esta vivacidad de ingenio y de la consiguiente audacia para lan­ zarse «ferozmente» en pos de lo desconocido, brota, con la natu­ ralidad con que lo hacen las flores en primavera, nuestra esponta­ neidad y facilidad improvisadora. Como también esa especie de intuición literaria o de adivinación genial para adelantarse en años y aún en siglos a gustos y modos. Cervantes a la novela moderna, nuestro teatro clásico al romanticismo, nuestra picaresca a la novela realista y de costumbres. Empero, que nuestro carácter artístico-literario esté dotado de esa facilidad y audacia para cualquier novedad, no quiere decir — sólo el pensarlo sería un craso error— que en nuestras obras literarias brillen por su aucensia toda reflexión o todo trabajo de

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