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8 0 CARACTEROLOGIA GENERAL DE LA. autodeterminación no dejaron de influir, en el consciente, en el subconciente o en el inconsciente, un número, imposible de deter­ minar, de causas o tendencias muy ajenas a esa autodeterminación, pero también no es menos indudable que al escribir lo que escri­ bieron y como lo escribieron pusieron su esfuerzo y sus cualidades, psicológicas y literarias, bajo el dominio de su voluntad perfecta­ mente libre. Es uno de tantos misterios de la psicología humana cuyos datos conocemos perfectamente por separado, pero cuyo coactuar no cae dentro de las posibilidades de nuestro análisis. Entre las causas o tendencias extravoluntarias que de un modo incontrolable, pero efectivo, han podido influir —han influido— en el modo de crear literariamente de nuestros escritores, Menéndez Pidal señala como muy principales estas dos: «La propensión racial — para nosotros hubiera estado mejor el apelativo de étnica— y la imitación cultural de los conterráneos, tanto próximos como antepasados». Es ciertamente muy natural que se dé una especie de unifor- mismo en las propensiones o tendencias más genéricas, intelectua­ les y sentimentales, entre las gentes de un mismo pueblo o raza. Las mismas causas en las mismas circunstancias, dicen los filósofos, producen los mismos efectos. Y aunque este axioma, por tenerse que aplicar a un ser libre en sus determinaciones y en el que ade­ más no se dan casi nunca las mismas circunstancias una por una, sí que cuenta para el caso, a pesar de todo, con un amplio margen de aplicabilidad. En lo que esas tendencias tienen de natural, es decir, son efecto de causas no sujetas a la voluntad del hombre, se encaminarán siempre hacia puntos convergentes, como convergen hacia un mismo caudal las corrientes diversas de una misma cuenca. Y no es menos normal que el prestigio de unas mentes privile­ giadas y sus logros aureolados de éxito y de popularidad, en el campo de las artes o de la cultura, ejerzan un fuerte atractivo, con caracteres a veces de fascinación, sobre las mentes, los gustos y las aspiraciones de sus compatriotas. Atractivo que se traducirá, activamente, en influjo y, pasivamente, en imitación. Sin embargo, si nuestras observaciones no nos engañan mucho, nos atreveríamos a sostener que ambas tendencias están no poco atenuadas — ¿neutralizadas?— en estos tiempos que corremos, par­ ticularmente en la novelística. Contra ellas actúa, y con fuerza cada vez en aumento, esa otra tendencia, tan acentuada hoy, de admi­ ración por lo foráneo. Esa tendencia que se pretende justificada con aperturas y amplitudes de criterios o se la camufla con pomposas frases, como la de «ciudadanía universal» u otras parecidas. No es

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