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A, DE VILLALMONTE 6 3 podría hablarse aquí de terminología más o menos clara, más o menos exacta, según las opiniones. Sin embargo, las aplicaciones que Basly hace de estas reglas generales del lenguaje teológico, las creemos del todo inadmisibles. El más exigente y exacto lenguaje teológico tiene que decir y dice que el Verbo es hombre real, propia, verdadera y formalmente; y que el Hombre Jesús es Dios en sentido real, propio, verdadero y formal. María es Theotokos en sentido propio, formal, real y verdadero. La equivocación de Basly (Seiller no es tan explícito) está en que a la predicación la reconoce como propia, verdadera, real sólo cuando es p o r id e n t id a d o in re c to . No es verdad. Aunque se conceda que esta proposición «el Verbo es hombre», contiene una predicación in o b liq u o , todavía hay que decir que se trata de una predicación rigurosamente exacta, propia, real en el plano cientí­ fico teológico. La equivocación de Basly está en que al caso misterioso de la unión hipostática le quiere aplicar, en forma del todo unifor­ me, unívoca, reglas lógicas de predicación, ya en sí muy sujetas a discusión. No atiende Basly suficientemente a la esencial fu n c ió n s o c ia l del lenguaje y a la validez que tal función presta a las pa­ labras. Así, la comunidad de los creyentes tiene derecho a dar categoría de predicación propia, verdadera y real a afirmaciones como ésta: «El Verbo es hombre». Y no se trata aquí de una «con­ vención del lenguaje», en cierto sentido arbitraria y mudable a voluntad; hay al fondo un h e c h o r e a l que expresar: Que el Verbo ha asumido en posesión sustantiva suya, tiene en su «haber» sus- tancial-hipostático la naturaleza humana de Jesús y todo lo que ella hace. Por eso puede el lenguaje de la fe, la teología, atribuir a la persona del Verbo todo lo que ella tiene, sea por identidad (la naturaleza divina) sea por a s u m p c ió n y posesión sustantiva, como es la naturaleza humana. Algo similar habría que decir sobre la interpretación que Basly y especialmente Seiller hacen del adagio filosófico-teológico «ac- tiones sunt suppositorum». Ciertamente que, según la doctrina de Escoto, las acciones humanas no son del Verbo como principio pro­ ductor «elicitivo» de las mismas. Si se dice que el supuesto obra mediante la naturaleza y, concretamente que el Verbo obra las ac­ ciones humanas mediante la naturaleza humana suya, la expresión es poco feliz, ya que podría sugerir la idea de que la Humanidad asumida fuese «instrumento» del Verbo en modo peculiar; o que el Verbo ejerciese una causalidad eficiente propia a través de la Humanidad de Cristo. Podemos aceptar, pues, la fórmula de Basly-

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