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4 6 REFLEXIONES EN TORNO A LA CRISTOLOGIA. Homo», del H o m b r e que está asumido por el Verbo. El nombre de C r is to o de Jesús se dice en sentido más inmediato y directo del «Assumptus Homo», y sólo indirectamente y con menos propiedad de la persona del Verbo. Por eso, cuando se atribuye a Cristo pro­ piedades y acciones de un ser finito, la predicación es propia, di­ recta (in recto), formal. Por ejemplo, Cristo se fatigó, tuvo sed, murió en la Cruz. Pero cuando se dice que Cristo es eterno, in­ menso, creador de cielo y tierra, la predicación ya es indirecta (in obliquo) por mera comunicación de idiomas, por denominación extrínseca. Este lenguaje de Basly no puede menos de sonar algo extraño, especialmente en alguna de sus aplicaciones. Dice, por ejemplo, que ni el Verbo es propia y realmente hombre, ni este hombre, Cristo, es propia y realmente Dios, sino sólo — en ambos casos— por predicación in o b liq u o , que él llama impropia. Hablando de la ma­ ternidad de María habría que decir, consiguientemente, que en sen­ tido directo — in recto— propia y realmente hablando, María es Madre de Cristo, del Hombre Asumido; y Madre de Dios, Theoto- kos, indirectamente — in obliquo— , en sentido impropio, en termi­ nología de Basly n . En estrecha relación con su teoría sobre el «Assumptus Homo» y la doble autonomía — divina y humana, la de Dios Trino y la del «Homo Assumptus»— está la explicación que da Basly y, en forma más minuciosa, L. Seiller sobre el adagio filosófico-teológico « la s a c c io n e s so n d e lo s s u p u e s to s »— A c tio n e s s u n t s u p p o s ito r u m » . Las aplicaciones de este adagio en cristología son bien conocidas. Según interpreta Seiller, el principio formal elicitivo, productivo de las acciones es la naturaleza tanto en Dios como en la creatura. Lo que llamamos «persona», personalidad, nada positivo añade a la naturaleza individualizada. La persona y la naturaleza se dife­ rencian sólo en forma de ser tenida y expresada la misma realidad total de un ser, el hombre, por ejemplo. La distinción entre natu­ raleza y persona la conocemos únicamente por la revelación del misterio de la encarnación, en que nos dice el Magisterio de la Iglesia que en Cristo hay verdadera naturaleza humana y no hay p e rs o n a humana. En el lenguaje común la palabra «hombre» sig­ nifica individuo de la especie humana, sin distinguir entre persona y naturaleza. Por eso todas las acciones que atribuimos al hombre Pedro podemos decir que proceden de su naturaleza y también de su persona en otro modo relativamente distinto de considerar y de decir las cosas. La naturaleza es el principio c o n q u e , mediante el cual — « p r in c ip iu m q u o » — obra Pedro. También principio formal

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