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442 F I L O S O F I A Y T E O L O G IA se construye a través de una lógica de conexiones contingentes. Y aquí viene la dificultad: ¿luego no hay necesidad alguna en teolo­ gía? ¿N o estaremos a un paso de un peligroso nominalismo teoló­ gico, que de una forma harto simplista, responde a toda pregunta sobre cristianismo, esto es así porque Dios quiere? De nuevo hemos de responder negativamente. El plan de Dios es así, pero tiene su lógica interna, que hemos de ir descubriendo. Lógica necesaria, pero con una necesidad de hecho, no de derecho. Aquí estriba la originalidad del esfuerzo de la razón teologante, y aquí estriba también la aparición de un Magisterio, que garantice últimamente la correspondencia entre el trabajo del teólogo y la Palabra de Dios. Así ha querido Dios salvar al mundo, y hoy no existe otro camino bajo el cielo en el que podamos imaginar nuestra felicidad (Cf. Jn. 3, 16; Act. 4, 12). Podría haber sido de mil otras formas, pero es así, y no puede no ser como es. He aquí la necesidad de lo con­ tingente. Un último pensamiento para finalizar. N o creamos que distin­ guidas en sus métodos y en sus frutos, ambas disciplinas no se en­ cuentran ya más. Recuperamos la síntesis. La Revelación es, ante todo, historia, pero historia que pretende transformar la realidad y crear así una nueva ontología. Por eso, para comprenderse a sí misma, la Revelación necesitará inevitablemente de la filosofía, que le dé las nociones de las cosas, la descripción del estado del hombre y de su mundo, y la posibilidajd de analizar y asimilar cuanto apor­ tan los hechos que centran la historia de la humanidad en Cristo Jesús. Por eso, al terminar, siento la tentación de invertir el título de una obra de E. Gilson, que tiene todo el sabor de autoconfesión cris­ tiana de un filósofo n, para concluir diciendo que estas reflexiones son algo así como «E l teólogo y la filosofía». F e r n a n d o G u i l l e n P r e c k l e r PP. Escolapios. Salamanca. 17. Le philosophe et la théologie. P a r is , A r th è m e F a y a r d , 1960.