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E L PROBLEM A DE L S E R EN LA E S C U E L A F R A N C IS C A N A 37 3 el pensamiento de: Juan Duns Escoto, que figura como padre y fundador de la escuela que lleva su nombre. Antonio de Andrés, comúnmente citado por el nombre latino Antonias Andreas. Es agudo, y tan fiel seguidor del maestro, que no pocas de sus obras se han venido atribuyendo al Doctor Sutil. Jacobus de Alexandria, menos conocido, pero interesante por representar una opinión dife­ rente dentro de la escuela. Hemos logrado constatar la existencia de sus obras manuscritas en diversos archivos y bibliotecas de Italia. Nicolaus Bonettus, una de las figuras más destacadas entre los doctores franciscanos del siglo xiv. Se anticipó a Suárez, en más de dos siglos y medio, escribiendo una metafísica sistemática, y establece abiertamente la distinción entre la Metafísica y la Teo­ logía Natural. Nicolaus de Orbellis, que figura entre los maestros de París de tendencia nominalista, dejó a la posteridad interesantes obras filosóficas y teológicas. Antonias Trombeta, profundo pensa­ dor y gran dialéctico, desempeñó durante varios años la cátedra de Metafísica en la Universidad de Padua. También escribió im­ portantes obras filosóficas y teológicas, de las que esperamos dar cuenta en un escrito que se halla en trámites de publicación. Final­ mente, hemos incorporado a este estudio un tratado «De cujuscum- que scientiae... subjecto», en el que directamente se afronta el pro­ blema en cuestión. En la edad media el problema del ser se planteaba directamente con motivo de la determinación del objeto y naturaleza de la Meta­ física. El término empleado para expresarlo era el ente, del latín ens. El ens in quantum ens era el objeto asignado a la Metafísica, en cuanto ciencia superior y universalísima. Escoto que, como ya indicamos antes, figura como fundador de la escuela que lleva su nombre, en el Opas Oxoniense afirma expre­ samente que el ser, objeto primero del entendimiento, debe ser algo más que la quidditas reram sensibilium, pues de lo contrario, el teólogo debería confesar que la visión beatífica es imposible, ya que el ser infinito, objeto de aquélla, quedaría fuera del objeto adecuado de nuestro entendimiento. Que de hecho conozcamos el ser en cuan­ to ser, se prueba con la aplicación de aquella consabida regla que después encontramos constantemente empleada por los partidarios de la univocidad del ente: «lile conceptus de quo est certitudo, est alius ab illis de quibus est dubius»2. Pero la experiencia nos dice que podemos estar ciertos de que una cosa es ente, sin que lo este­ mos de que es infinita o finita, substancia o accidente. 2. J. D u n s S cotu s, O p u s O x o n ie n s e . L u d u g n i, 1639, I, d . 3, q . 3, n. 12, t. V , p . 445. 2

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