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CON CE PTO DE D IO S EN SAN PA B LO 365 acción. Por eso Pablo no tiene inconveniente alguno en referir el acto salvífico tanto a Dios como a Cristo (Rm 8, 35; Gal 2, 20; Ef 5, 25). Esta dignidad explica por qué Pablo la mayoría de las veces hable solamente de Dios cuando se refiere al Padre del Hijo de Dios (Rm 8, 3: Dios envió a su Hijo: G1 4, 4; Dios entregó por nosotros a su propio Hijo: Rm 8, 32); y explica también por qué Pablo no dice que Cristo sea imagen del Padre, lo cual estaría con­ forme con el sentido genealógico de la palabra (Gn 5, 3), sino ima­ gen de Dios: «El es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura» (1 Cl 1, 15; 2 Co 4, 4). Pablo no especula sobre las rela­ ciones entre Dios Padre y el Hijo, ni sobre el origen del Hijo eterno en el seno de la Trinidad; lo que a él le interesa es únicamente el amor de Dios hacia nosotros, que se ha manifestado de modo arro­ llador en la muerte de Cristo (Rm 5, 8-10, 8, 32...). Lo que Pablo quiere poner de relieve es la incomparable dignidad del Hijo en el cual hemos sido rescatados y recibido la remisión de los pecados (Cl 1, 14). Este Hijo es la imagen de Dios invisible; en él Dios se hace visible, accesible, en una figura perceptible y palpable. El Hijo representa la única imagen auténtica y válida de Dios. En Cristo se ven los rasgos del Padre sobre todo en los acontecimientos sal- víficos, en la cruz y la resurrección. 2.—Mucho más numerosos son los textos paulinos en los que se relaciona a Dios Padre con la comunidad cristiana. Pablo escribe a cristianos de procedencia pagana, que se han convertido a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios viviente y verdadero, y para esperar del cielo a su Hijo Jesús, a quien resucitó de entre los muertos y el cual nos salva de la ira venidera (1 Tes 1, 9 ss.): «Pablo, Silvano y Timoteo a la iglesia de los tesalonicenses, fun­ dada en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: gracia y paz a voso­ tros» (1 Tes 1,1). Como la fe en Dios (1 ,8 ) representa algo nuevo para los tesalonicenses, les recuerda Pablo repetidamente a nues­ tro Señor y Padre (1, 3; 3, 11.13; 2 Tes 2, 16). Todos los encabe­ zamientos de las cartas terminan invariablemente con el saludo: «gracia y paz a vosotros de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo». Gracia y paz son dones salvíficos paternos, que nos vienen del Padre de la misericordia (2 Co 1, 3) y de Jesucristo que ha recibido la dignidad de Kyrios para gloria de Dios Padre. 3.—En las cartas a los efesios y colosenses, sobre todo en efe- sios, Dios es llamado corrientemente, sin más, Padre (Ef 2, 18; 3, 14; Cl 1, 12). Parece que el empleo absoluto de Padre alude a una polémica contra ciertas ideas de tipo gnóstico-dualista, según las cuales el Creador del mundo nada tiene que ver con el redentor

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