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CON CE PTO DE D IO S EN S AN PABLO 3 6 3 que «cuando vino la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para que rescatara a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción filial. Y prueba de que sois hijos es que Dios envió a nuestros corazones el espíritu de su Hijo que clama: Abba, Padre. Así, que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por Dios (Gl 4, 4-7). Cristo es la revelación del amor paternal de Dios hacia nosotros llamados a ser hijos del Padre por la fe en Cristo, principalmente en su muerte y resurrección; la posesión del espíritu de Cristo asegura la pertenencia al Hijo y al Padre (8, 9) y nos da la auténtica dimensión del verdadero hijo del Padre (Rm 8, 14 ss.), . Por eso, para San Pablo la definición de Dios más pletòrica de contenido es la de Dios «como Padre de nuestro Señor Jesucristo». En relación al calificativo de Dios como Padre, hallamos en los escritos paulinos tres clases de textos: 1) textos en los que se llama a Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo. 2) Textos en los que se pone a Dios Padre en.relación con la comunidad cristianad 3) Textos en los que. a Dios se le llama Padre sin más calificativos determi­ nantes. 1.—La unión de los vocablos «Dios» y «Padre» en San Pablo presenta una considerable variedad, según el uso u omisión del artículo definido y de la conjunción copulativa: «Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo», «el Dios y Padre», etc. Es probable que en gran parte se deba al ritmo y a la propiedad sintáctica más que a un Significado específico. Las fórmulas donde se llama a Dios Padre de Jesucristo son escasas; solamente en Rm 15, 6; 2 Co 1, 3; 11,. 31; C1 1, 3; Ef 1, 3. Algunos autores quieren incrementarlas con las fórmulas de saludo que encabezan las cartas: gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo», que inter­ pretarían así: «gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y (Padre) del Señor Jesucristo». Esta interpretación podría justificarse en el texto griego, pero no concuerda con otras fórmulas parecidas del apóstol, en las que Dios, nuestro Padre, y Jesucristo, nuestro Señor, están en aposición. Por ejemplo 1Tes 3, 11: «Que Dios mismo, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesús nos pongan en buen camino hacia vosotros». Y en 2 Tes 2, 16: «Y el propio Señor nuestro Jesucristo, y Dios, nuestro P a d r e . U n .ejemplo bien definido y claro lo tenemos en Efesios: «Paz a los hermanos, y amor, junta­ mente con fe, de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo». La fórmula «el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo» signi­ fica que Dios es el Padre del Señor Jesucristo; es decir, su pater­ nidad va unida, según Pablo, al acto en que Jesucristo recibe el

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