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360 CAR LO S DE V IL L A P A D IE R N A términos abstractos «theiotes» y «theotes» que hallamos en las cartas a los romanos y a los colosenses. «Theiotes» indica la cualidad, la propiedad de lo divino; «theotes» significa el ser divino, la divinidad. «...lo que puede conocerse de Dios está manifiesto entre ellos, ya que Dios se lo manifestó. En efecto, desde la creación del mundo, ias perfecciones invisibles de Dios, tanto su eterno poder como su deidad, se hacen claramente visibles, entendidas a través de sus obras; de suerte que ellos no tienen excusa» (Rm 1, 19-20). Dios se hace conocer mediante realidades visibles, en las cuales está lo suficientemente presente para que la reflexión interna del hombre lo perciba. La creación da cierto conocimiento del Creador. La reflexión interior del hombre considerado como obra de Dios tiene un doble objeto: «dinamis y theiotes». Dinamis: no tanto, porque el hombre se eleva desde las realidades visibles a su causa primera, sino más bien, porque el hombre realiza en el mundo, la experiencia del ser y de la nada; el hombre es un ser lanzado a la vida sin que rerlo; no elige ni la hora ni el lugar de su nacimiento y de su muerte; una fuerza superior preside su existencia; por ella el hom bre existe, y ante ella reconoce su nada. En comparación con el tiempo histórico que pasa, esta fuerza se muestra eterna, anterior y posterior a todo cuanto se desarrolla en la historia. La «dinamis» en San Pablo está indudablemente cargada del constante signifi cado viejotestamentario: la fuerza de Dios operante en el seno de la historia, que configura y modela a la historia, y la imprime una finalidad positiva: una salvación. Esta fuerza de Dios se con centra en el acontecimiento decisivo = Cristo, sobre todo en su muerte y resurrección. Por eso afirma que el evangelio es una fuer za de Dios en orden a la salvación3. «Theiotes»: En el culto imperial la «theiotes» se refería a la mag nificencia del brillo cesáreo. En San Pablo es la propiedad de lo divino, lo que Dios manifiesta como tal y le da derecho a una vene ración divina. Es el segundo objeto de la reflexión del hombre sobre el mundo considerado como la obra de Dios, y debe inter pretarse unido a «dinamis». El misterio del ser llama al misterio de su destino; la aventura del hombre no es absurda, porque la fuerza que hace nacer la reflexión sobre el mundo es de naturaleza divina. «El hombre, lan zado a la vida, reconoce su indigencia y la insuficiencia de su propio contexto cósmico, y desde ahí se eleva al encuentro con un Ser 3. J. M. G onzalez R uiz , E l Cristianismo no es un humanismo, Barcelona 1966, 47-50; F. J. L eenhardt , L ’Epítre de Saint Paul aux Romains, Neuchâtel, 1957, 37.
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