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CON CE PTO DE D IO S EN SAN PABLO 3 6 9 pretan: in sanguine Christi Dei5. La frase de San Ignacio tendría cierto apoyo en el modo cómo San Pablo concibe las relaciones entre el Padre y el Hijo. Dios, pues, es una personalidad que posee en grado absoluto las cualidades perfectamente ejemplarizadas a es­ cala individual en Jesús. Lo que San Pablo afirma en definitiva es que no tenemos cono­ cimiento auténtico de Dios sino en Cristo, puesto que plugo a Dios revelar a la vez su santidad y su amor en la persona de Cristo y realizar en él su obra redentora (G1 1, 16; 1Co 9, 1; 15, 8). Ver a Dios, en el V. Testamento, es una experiencia terrorífica, a veces trágica (Jueces 13, 22). Para San Pablo «conocer a Dios» equivale a un reconocimiento del conocimiento que él tiene de nosotros (G1 4, 8-9; 1 Co 9, 2; 13, 12; Rm 8, 29). Este conocimiento es sola­ mente parcial, pero real y personal (1 Co 2, 12; 2 Co 10, 3-6; 1Tes 1, 5; F1 1, 9-10; C1 2, 2-3; Ef 1, 17). Mas un día será elevado a un conocimiento inmediato, cara a cara, semejante al conocimiento con el cual Dios nos conoce (2 Co 5, 7; 1 Co 13, 12). El conocimien­ to de Dios tiene su respuesta en la fe: alejamiento de los dioses y conversión al Dios viviente y verdadero (1 Tes 1, 9). De tal modo que creer y conocer pueden ser utilizados alternativamente y son sinónimos (Rm 6, 3 ss.; 2 Co 4, 13 ss.). La última palabra es Cristo mismo6. En Cristo y en virtud del mismo espíritu que en él habita, el cristiano se halla capacitado para usar idéntica invocación: Abba, Padre, que sintetiza la relación en la tierra entre el Hijo único y su Padre. Esto es lo que indica Pablo con la frase «tener la mente de Cristo». Teniendo la mente de Cristo conocemos a Dios y entra­ mos en comunión con él. Y termino con unas frases de Pascal: «El Dios de los cristianos no es simplemente un Dios autor de las verdades geométricas y del orden de los elementos; esta parte corresponde a los paganos y epicúreos. No es sola­ mente un Dios que ejerce su providencia sobre la vida y los bienes de los hombres, para conceder largos años de vida a los que le adoran; esto corresponde a los judíos. El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de los cristianos, es un Dios de amor y de consuelo; un Dios que llena el corazón 5. La edic. que consultamos traduce: «revocati per sanguinerei Dei». F. X. Funck, Patres Apostolici, Tubinga 1901, 215. 6. H. S chlier , Die Erkenntnis Gottes nach den Briefen des Apostels Paulus. En «Festgabe für K. Rahner»: Gott in Welt, t. 1, Freiburg im Br., 1964, 515-535.

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