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3 6 5 CAR LO S DE V IL L A P A D IE R N A y Padre; el Padre de Jesucristo es un Dios distinto del creador de este mundo en el que resplandece tan poco la paternidad verda­ dera. Al mundo actual se le concebía dominado por fuerzas y po­ deres perversos (Ef 1, 20 ss.; 2, 2; 3, 10; 4, 10; 6, 10) que venían del dios de la creación y estaban aliados con él. Pablo afirma que todos los principados de los ángeles han sido creados por el Dios único, el Padre, y no por un demiurgo; por lo tanto hay una pater­ nidad de Dios relacionada con la creación misma. Sin embargo, los poderes celestes y cósmicos viven en pugna con Dios; la fun­ ción del redentor consiste en restablecer la paz y abrir el camino hacia el Padre (Ef 2, 14-18; Cl 1, 20). En relación con la concepción de Dios como Padre, se descubre que su unidad no es una muda e indiferenciada unidad. El amor de Dios es la actividad de Jesús (5, 8). Por otra parte, después de la vida, muerte y resurrección, y exaltación de Cristo, el Espíritu Santo llega como la presencia de Dios en medio de su pueblo a través de Jesucristo y como el signo de Jesucristo dentro de ellos y entre ellos. Aunque en Pablo no existe una fórmula trinitaria estricta y clara, ni una doctrina explícita sobre la Trinidad, en sus cartas se halla sembrada la semilla para una interpretación trini­ taria de Dios (1 Co 12, 4-6; 2 Co 13, 14; Ef 4, 4-6; 2 Tes 2, 13-14). Una de las más sorprendentes consecuencias de la concepción de Dios según hemos expuesto es la de su voluntaria autolimita- ción: El Dios de Pablo es un Dios autolimitado. Y la clave está en la paternidad de Dios interpretada por y en Jesucristo. «Para nosotros—dice 1 Co 8, 6— no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y para quien somos nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por quien somos nosotros también» (8, 6). En contraposición a la teodicea estoica, Pablo no designa a Dios como «el padre de todo» o «el padre de todos los hombres». Aunque emplea fórmulas parecidas, las con­ fiere un sentido marcadamente cristiano. De Dios Padre proceden todas las cosas, pero solamente los bautizados son para él; por eso, el «para nosotros» no significa sólo «según nuestro parecer» (en oposición al de los paganos), sino específicamente: este Dios único es nuestro Dios y Padre, para el cual vivimos. La universalidad de Dios, su absoluto dominio sobre todas las cosas no se niegan, pero sólo los cristianos tienen a Dios por Padre, porque deben su existencia al único Señor Jesucristo (G1 3, 26-4 y 7). Esta misma autolimitación la encontramos en los textos donde se habla de la unidad de la Iglesia: «un solo cuerpo y un solo Espí­ ritu, así como también fuisteis llamados en una sola esperanza

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