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ENRIQUERIVERADEVENTOSA 3 0 3 Ernst Bloch, profesor en Tubinga, es un caso señero de profesor marxista cien por cien y, sin embargo, cerradamente hostil a la interpretación soviética del marxismo. Hasta un negro de Biafra se declaró paladín del marxismo, del que proponía, no una inter­ pretación unidimensional, sino pluralista. De todos estos datos colegimos no ser exagerada la cifra de un millar de profesores congresistas, partidarios de Marx. Para todos ellos el problema fundamental en la filosofía de hoy es la inter­ pretación de Marx. Marx es, por lo mismo, el necesario punto de partida de toda reflexión filosófica y el clima apropiado para toda discusión de significación válida en el momento presente. A esto hay que añadir que los intelectuales rusos supieron prescindir de que su lengua no era oficial. Y con un buen equipo de intérpretes siguieron la marcha de las sesiones y se hicieron entender en las mismas. Su sentido de la praxis y de la efectividad hizo que prescindieran de ciertos detalles y se decidieron a actuar con tesón en todo momento. La segunda causa de la marejada marxista dentro del Congreso se debió al hecho h istórico de la invasión de Checoslovaquia por la URSS. Ocurrió esto diez días antes de iniciarse el Congreso. Los tanques rusos se hallaban a menos de cien kilómetros de Viena. Este argumento era demasiado contundente para poderlo soslayar. Elevó a máxima tensión la d o b le in terpretación marxista que sos­ tienen los pensadores europeos. Para tomar conciencia de esta d o b le in terpretación me parece oportuno recoger la declaración que hizo a la prensa el profesor checo Ivan Svitak. De él dice el novelista M. Delibes en su repor­ taje periodístico, La prim avera en Praga 2, que era el ídolo de la juventud universitaria. Pues bien; tres días después de la inva­ sión explica con serenidad y hondura la preh istoria y los funda­ mentos de la intervención soviética en Checoslovaquia. Encuentra la prehistoria de esta acción violenta en la oposición de la sociedad actual, sobre todo de la masa estudiantil, a la presión inhumana que la actual civilización tecnificada, dirigida por una élite oculta, intenta imponer en la vida de los pueblos. Hay que afirmar que tanto los estudiantes de París en mayo, com o la multitud en rebel­ día por las calles de Praga, se mueven por un mismo resorte: no dejarse asfixiar por un poder extraño a sus íntimas convicciones. Es posible que el profesor I. Svitak haya simplificado en dema­ 2. La prim avera en Praga. Alianza Editorial, Madrid, 1968. El novelista pasó los meses de primavera de 1968 en Checoslovaquia y relata en este libro sus impresiones.

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